Page 224 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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padre y madre. Pero decía él que no le fatigaba tanto esto cuanto le ponía en confusión saber por

                  cosa muy cierta que un descomunal gigante, señor de una grande ínsula, que casi alinda con nuestro

                  reino, llamado Pandafilando de la Fosca Vista (porque es cosa averiguada que, aunque tiene los ojos

                  en su lugar y derechos, siempre mira al revés, como si fuese bizco, y esto lo hace él de maligno y por

                  poner miedo y espanto a los que mira), digo que supo que este gigante, en sabiendo mi orfandad,
                  había de pasar con gran poderío sobre mi reino, y me lo había de quitar todo, sin dejarme una

                  pequeña aldea donde me recogiese; pero que podía excusar toda esta rutina y desgracia si yo me

                  quisiese casar con él; mas, a lo que él entendía, jamás pensaba que me vendría a mi en voluntad de

                  hacer tan desigual casamiento; y dijo en esto la pura verdad, porque jamás me ha pasado por el

                  pensamiento casarme con aquel gigante, pero ni con otro alguno, por grande y desaforado que
                  fuese. Dijo también mi padre que después que él fuese muerto y viese yo que Pandafilando

                  comenzaba a pasar sobre mi reino, que no aguardase a ponerme en defensa, porque seria

                  destruirme, sino que libremente le dejase desembarazado el reino, si quería excusar la muerte y

                  total destruición de mis buenos y leales vasallos, porque no había de ser posible defenderme de la

                  endiablada fuerza del gigante; sino que luego, con algunos de los míos, me pusiese en camino de las

                  Españas, donde hallaría el remedio de mis males hallando a un caballero andante, cuya fama en este

                  tiempo se extendería por todo este reino; el cual se había de llamar, si mal no me acuerdo, don
                  Azote o don Gigote.


                  -Don Quijote diría, señora -dijo a esta sazón Sancho Panza-, o, por otro nombre, el Caballero de la

                  Triste Figura.




                  -Así es la verdad -dijo Dorotea-. Dijo más: que había de ser alto de cuerpo, seco de rostro, y que en
                  el lado derecho, debajo del hombro izquierdo, o por allí junto, había de tener un lunar pardo con

                  ciertos cabellos a manera de cerdas.


                  En oyendo esto don Quijote, dijo a su escudero:






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