Page 188 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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en vuestras discretas persuasiones, os ruego que escuchéis el cuento, que no le tiene, de mis

                  desventuras, porque quizá, después de entendido, ahorraréis del trabajo que tomaréis en consolar

                  un mal que de todo consuelo es incapaz.

                  Los dos, que no deseaban otra cosa que saber de su mesma boca la causa de su daño, le rogaron se la

                  contase, ofreciéndole de no hacer otra cosa de la que él quisiese, en su remedio o consuelo; y con

                  esto, el triste caballero comenzó su lastimera historia, casi por las mesmas palabras y pasos que la

                  había contado a don Quijote y al cabrero pocos días atrás, cuando, por ocasión del maestro Elisabat

                  y puntualidad de don Quijote en guardar el decoro a la caballería, se quedó el cuento imperfeto,
                  como la historia lo deja contado. Pero ahora quiso la buena suerte que se detuvo el accidente de la

                  locura y le dio lugar de contarlo hasta el fin; y así, llegando al paso del billete que había hallado don

                  Fernando entre el libro de Amadís de Gaula, dijo Cardenio que le tenía bien en la memoria y que

                  decía desta manera:

                  LUSCINDA A CARDENIO


                  Cada día descubro en vos valores que me obligan y fuerzan a que en más os estime; y así, si

                  quisiéredes sacarme desta deuda sin ejecutarme en la honra, lo podréis muy bien hacer. Padre

                  tengo, que os conoce y que me quiere bien, el cual, sin forzar mi voluntad, cumplirá la que será justo
                  que vos tengáis, si es que me estimáis como decís, y como yo creo.


                  Por este billete me moví a pedir a Luscinda por esposa, como ya os he contado, y éste fue por quien

                  quedó Luscinda en la opinión de don Fernando por una de las más discretas y avisadas mujeres de

                  su tiempo; y este billete fue el que le puso en deseo de destruirme, antes que el mío se efetuase.
                  Dijele yo a don Fernando en lo que reparaba el padre de Luscinda, que era en que mi padre se la

                  pidiese, lo cual yo no le osaba decir, temeroso que no vendría en ello, no porque no tuviese bien

                  conocida la calidad, bondad, virtud y hermosura de Luscinda, y que tenía partes bastantes para

                  ennoblecer cualquier otro linaje de España, sino porque yo entendía dél que deseaba que no me

                  casase tan presto, hasta ver lo que el duque Ricardo hacia conmigo. En resolución, le dijo que no me

                  aventuraba a decírselo a mi padre, así por aquel inconveniente como por otros muchos que me
                  acobardaban, sin saber cuáles eran; sino que me parecía que lo que yo desease jamás había de tener

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