Page 186 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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duraba algún tanto el silencio, determinaron de salir a buscar el músico que con tan buena voz

                  cantaba. Y queriéndolo poner en efeto, hizo la mesma voz que no se moviesen, la cual llegó de nuevo

                  a sus oídos, cantando este soneto:




                  SONETO

                  Santa amistad, que con ligeras alas,


                  tu apariencia quedándose en el suelo,

                  entre benditas almas, en el cielo,


                  subiste alegre a las impíreas salas,

                  desde allá, cuando quieres, nos señalas


                  la justa paz cubierta con un velo,

                  por quien a veces se trasluce el celo

                  de buenas obras que, a la fin, son malas.


                  Deja el cielo, ¡oh amistad!, o no permitas

                  que el engaño se vista tu librea,


                  con que destruye a la intención sincera;

                  que si tus apariencias no le quitas,


                  presto ha de verse el mundo en la pelea

                  de la discorde confusión primera.


                  El canto se acabó con un profundo suspiro, y los dos, con atención, volvieron a esperar si más se

                  cantaba; pero viendo que la música se había vuelto en sollozos y en lastimeros ayes, acordaron de
                  saber quién era el triste tan extremado en la voz como doloroso en los gemidos; y no anduvieron

                  mucho cuando, al volver de una punta de una peña, vieron a un hombre del mismo talle y figura que

                  Sancho Panza les había pintado cuando les contó el cuento de Cardenio; el cual hombre cuando los

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