Page 183 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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y que si no lo quería hacer, determinaba de no pasar adelante, aun que a don Quijote se le llevase el
diablo.
En esto llegó Sancho, y de ver a los dos en aquel traje no pudo tener la risa. En efeto, el barbero vino
en todo aquello que el cura quiso, y, trocando la invención, el cura le fue informando el modo que
había de tener, y las palabras que había de decir a don Quijote para moverle y forzarle a que con él
se viniese, y dejase la querencia del lugar que había escogido para su vana penitencia. El barbero
respondió, que sin que se le diese lición, él lo pondría bien en su punto. No quiso vestirse por
entonces, hasta que estuviesen junto de donde don Quijote estaba, y así, dobló sus vestidos, y el cura
acomodó su barba, y siguieron su camino, guiándolos Sancho Panza; el cual les fue contando lo que
les aconteció con el loco que hallaron en la sierra, encubriendo, empero, el hallazgo de la maleta y de
cuanto en ella venía; que, magüer que tonto, era un poco codicioso el mancebo.
Otro día llegaron al lugar donde Sancho había dejado puestas las señales de las ramas para acertar
el lugar donde había dejado a su señor; y, en reconociéndole, les dijo cómo aquélla era la entrada, y
que bien se podían vestir, si era que aquello hacía al caso para la libertad de su señor; porque ellos le
habían dicho antes que el ir de aquella suerte y vestirse de aquel modo era toda la importancia para
sacar a su amo de aquella mala vida que había escogido, y que le encargaban mucho que no dijese a
su amo quién ellos eran, ni que los conocía; y que si le preguntase, como se lo había de preguntar, si
dio la carta a Dulcinea, dijese que sí, y que, por no saber leer, le había respondido de palabra,
diciéndole que le mandaba, so pena de la su desgracia, que luego al momento se viniese a ver con
ella, que era cosa que le importaba mucho; porque con esto y con lo que ellos pensaban decirle
tenían por cosa cierta reducirle a mejor vida, y hacer con él que luego se pusiese en camino para ir a
ser emperador o monarca; que en lo de ser arzobispo no había de qué temer.
Todo lo escuchó Sancho, y lo tomó muy bien en la memoria, y les agradeció mucho la intención que
tenían de aconsejar a su señor fuese emperador, y no arzobispo, porque él tenía para si que para
hacer mercedes a sus escuderos más podían los emperadores que los arzobispos andantes. También
les dijo que sería bien que él fuese delante a buscarle y darle la respuesta de su señora; que ya seria
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