Page 187 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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vio, sin sobresaltarse, estuvo quedo, con la cabeza inclinada sobre el pecho, a guisa de hombre

                  pensativo, sin alzar los ojos a mirarlos más de la vez primera, cuando de improviso llegaron.

                  El cura, que era hombre bien hablado, como el que ya tenía noticia de su desgracia, pues por las

                  señas le había conocido, se llegó a él, y con breves aunque muy discretas razones, le rogó y

                  persuadió que aquella tan miserable vida dejase, porque allí no la perdiese, que era la desdicha

                  mayor de las desdichas. Estaba Cardenio entonces en su entero juicio, libre de aquel furioso

                  accidente que tan a menudo le sacaba de si mismo; y así, viendo a los dos en traje tan no usado de

                  los que por aquellas soledades andaban, no dejó de admirarse algún tanto, y más cuando oyó que le
                  habían hablado en su negocio, como en cosa sabida (porque las razones que el cura le dijo así lo

                  dieron a entender); y así, respondió desta manera:


                  -Bien veo yo, señores, quienquiera que seáis, que el cielo, que tiene cuidado de socorrer a los

                  buenos, y aun a los malos muchas veces, sin yo merecerlo me envía, en estos tan remotos y
                  apartados lugares del trato común de las gentes, algunas personas que, poniéndome delante de los

                  ojos con vivas y varias razones cuán sin




                  ella ando en hacer la vida que hago, han procurado sacarme desta a mejor parte; pero como no

                  saben que sé yo que en saliendo deste daño he de caer en otro mayor, quizá me deben de tener por

                  hombre de flacos discursos, y aun, lo que peor seria, por de ningún juicio. Y no sería maravilla que

                  así fuese, porque a mi se me trasluce que la fuerza de la imaginación de mis desgracias es tan

                  intensa y puede tanto en mi perdición, que, sin que yo pueda ser parte a estorbarlo, vengo a quedar
                  como piedra, falto de todo buen sentido y conocimiento; y vengo a caer en la cuenta desta verdad

                  cuando algunos me dicen y muestran señales de las cosas que he hecho en tanto que aquel terrible

                  accidente me señorea, y no sé más que dolerme en vano y maldecir, sin provecho, mi ventura, y dar

                  por disculpa de mis locuras el decir la causa dellas a cuantos oírla quieren; porque viendo los

                  cuerdos cuál es la causa, no se maravillarán de los efetos, y si no me dieren remedio, a lo menos, no

                  me darán culpa, convirtiéndoseles el enojo de mi desenvoltura en lástima de mis desgracias. Y si es
                  que vosotros, señores, venís con la mesma intención que otros han venido, antes que paséis adelante

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