Page 182 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Capítulo 27: De cómo salieron con su intención el cura y el barbero, con otras cosas dignas de que se
cuenten en esta grande historia
No le pareció mal al barbero la invención del cura, sino tan bien, que luego la pusieron por abra.
Pidiéronle a la ventera una saya y unas tocas, dejándole en prendas una sotana nueva del cura. El
barbero hizo una gran barba de una cola rucia o roja de buey, donde el ventero tenía colgado el
peine. Preguntóles la ventera que para qué le pedían aquellas cosas. El cura le contó en breves
razones la locura de don Quijote, y cómo convenía aquel disfraz para sacarle de la montaña, donde a
la sazón estaba. Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo,
y el amo de manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin callar lo
que tanto callaba Sancho. En resolución, la ventera vistió al cura de modo que no había más que ver:
púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho, todas
acuchilladas, y unos corpiños de terciopelo verde guarnecidos con unos ribetes de raso blanco, que
se debieron de hacer, ellos y la saya, en tiempo del rey Wamba. No consintió el cura que le tocasen,
sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche, y ciñóse
por la frente una liga de tafetán negro, y con otra liga hizo un antifaz con que se cubrió muy bien las
barbas y el rostro; encasquetóse su sombrero, que era tan grande que le podía servir de quitasol, y
cubriéndose su herreruelo, subió en su mula a mujeriegas, y el barbero en la suya, con su barba que
le llegaba a la cintura, entre roja y blanca, como aquella que, como se ha dicho, era hecha de la cola
de un buey barroso.
Despidiéronse de todos, y de la buena de Maritornes, que prometió de retar un rosario, aunque
pecadora, porque Dios les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano negocio como era el que
habían emprendido.
Mas, apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un pensamiento que hacía mal en
haberse puesto de aquella manera, por ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le
fuese mucho en ello; y diciéndoselo al barbero, le rogó que trocasen trajes, pues era más justo que él
fuese la doncella menesterosa, y que él haría el escudero, y que así se profanaba menos su dignidad;
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