Page 181 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-No tengáis pena, Sancho amigo -dijo el barbero-; que aquí rogaremos a vuestro amo, y se lo
                  aconsejaremos, que sea emperador y no arzobispo, porque le será más fácil, a causa de que él es más

                  valiente que estudiante.


                  -Así me ha parecido a mi -respondió Sancho-; aunque sé decir que para todo tiene habilidad. Lo que

                  yo pienso hacer de mi parte es rogarle a nuestro Señor que te eche a aquellas partes donde él más se
                  sirva y adonde a mí más mercedes me haga.


                  -Vos lo decís como discreto -dijo el cura-, y lo haréis como buen cristiano. Mas lo que ahora se ha de

                  hacer es dar orden como sacar a vuestro amo de aquella inútil penitencia que decís que queda

                  haciendo; y para pensar el modo que hemos de tener, y para comer, que ya es hora, será bien nos
                  entremos en esta venta.


                  Sancho dijo que entrasen ellos, que él esperaría allí fuera, y que después les diría la causa porque no

                  entraba ni le convenía entrar en ella; mas que les rogaba que le sacasen allí algo de comer, que fuese

                  cosa caliente, y ansimismo cebada para Rocinante. Ellos se entraron y le dejaron, y de allí a poco el
                  barbero le sacó de comer. Después, habiendo bien pensado entre los dos el modo que tendrían para

                  conseguir lo que deseaban, vino el cura en un pensamiento muy acomodado al gusto de don Quijote,

                  y para lo que ellos querían; y fue que dijo al barbero que lo que habían pensado era que él se vestiría

                  en hábito de doncella andante, y que él procurase ponerse lo mejor que pudiese como escudero, y

                  que así irían adonde don Quijote estaba, fingiendo ser ella doncella afligida y menesterosa, y le

                  pediría un don, el cual él no podría dejársele de otorgar, como valeroso caballero andante. Y que el
                  don que le pensaba pedir era que se viniese con ella donde ella le llevase, a desfacelle un agravio que

                  un mal caballero le tenía fecho; y que le suplicaba ansimesmo que no la mandase quitar su antifaz,

                  ni la demandase cosa de su facienda, fasta que la hubiese fecho derecho de aquel mal caballero, y

                  que creyese, sin duda, que don Quijote vendría en todo cuanto le pidiese por este término, y que

                  desta manera le sacarían de allí, y le llevarían a su lugar, donde procurarían ver si tenía algún

                  remedio su extraña locura.


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