Page 179 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-¿Cómo es eso? -respondió el barbero.


                  -He perdido el libro de memoria -respondió Sancho- donde venía la carta para Dulcinea y una
                  cédula firmada de mi señor, por la cual mandaba que su sobrina me diese tres pollinos de cuatro o

                  cinco que estaban en casa.


                  Y con esto, les contó la pérdida del rucio. Consolóle el cura, y dijole que en hallando a su señor él le

                  haría revalidar la manda y que tornase a hacer la libranza en papel, como era uso y costumbre,
                  porque las que se hacían en libros de memoria jamás se acetaban ni cumplían.


                  Con esto se consoló Sancho, y dijo que como aquello fuese ansí, que no le daba mucha pena la

                  pérdida de la carta de Dulcinea, porque él la sabía casi de memoria, de la cual se podría trasladar

                  donde y cuando quisiesen.

                  -Decilda, Sancho, pues -dijo el barbero-; que después la trasladaremos.




                  Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza para traer a la memoria la carta, y ya se ponía sobre un pie, y

                  ya sobre otro; unas veces miraba al suelo, otras al cielo, y al cabo de haberse roído la mitad de la

                  yema de un dedo, teniendo suspensos a los que esperaban que ya la dijese, dijo al cabo de
                  grandísimo rato:


                  -Por Dios, señor licenciado, que los diablos lleven la cosa que de la carta se me acuerda; aunque en

                  el principio decía: «Alta y sobajada señora.»

                  No diría -dijo el barbero- sobajada, sino sobrehumana, o soberana señora.


                  -Así es -dijo Sancho-. Luego, si mal no me acuerdo, proseguía..., si mal no me acuerdo: «el llego y
                  falto de sueño, y el ferido besa a vuestra merced las manos, ingrata y muy desconocida hermosa», y

                  no sé qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba, y por aquí iba escurriendo, hasta que

                  acababa en «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura».


                  No poco gustaron los dos de ver la buena memoria de Sancho Panza, y alabáronsela mucho, y le
                  pidieron que dijese la carta otras dos veces, para que ellos ansimesmo la tomasen de memoria para



                                             Portal Educativo EducaCYL
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