Page 177 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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no decía también del Toboso, no se podría entender la copla; y así fue la verdad, como él después

                  confesó. Otros muchos escribió; pero, como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio, ni enteros,

                  más destas tres coplas. En esto, y en suspirar, y en llamar a los faunos y silvanos de aquellos

                  bosques, a las ninfas de los ríos, a la dolorosa y húmida Eco, que le respondiese, consolasen y

                  escuchasen, se entretenía, y en buscar algunas yerbas con que sustentarse en tanto que Sancho
                  volvía; que, si como tardó tres días, tardara tres semanas, el Caballero de la Triste Figura quedara

                  tan desfigurado, que no le conociera la madre que lo parió.


                  Y será bien dejalle envuelto entre suspiros y versos, por contar lo que le avino a Sancho Panza en su
                  mandadería; y fue que en saliendo al camino real, se puso en busca del del Toboso, y otro día llegó a

                  la venta donde le habían sucedido, y cómo llevaba la carta a la hubo bien visto, cuando le pareció

                  que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó a hora que lo pudiera y

                  debiera hacer, por ser la del comer y llevar en deseo de gustar algo caliente, que había grandes días

                  que todo era fiambre.

                  Esta necesidad le forzó a que llegase junto a la venta, todavía dudoso si entraría o no; y estando en

                  esto, salieron de la venta dos personas que luego le conocieron. Y dijo el uno al otro:


                  -Dígame, señor licenciado, aquel del caballo, ¿no es Sancho Panza, el que dijo el ama de nuestro
                  aventurero que había salido con su señor por escudero?


                  -Si es -dijo el licenciado-; y aquél es el caballo de nuestro don Quijote.

                  Y conociéronle tan bien, como aquellos que eran el cura y el barbero de su mismo lugar, y los que

                  hicieron el escrutinio y acto general de los libros. Los cuales, así como acabaron de conocer a Sancho

                  Panza y a Rocinante, deseosos de saber de don Quijote, se fueron a él, y el cura le llamó por su

                  nombre, diciéndole:

                  -Amigo Sancho Panza, ¿adónde queda vuestro amo?










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