Page 46 - Autobiografia de mi Madre v.2
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g uió hacerme sentir una vez más el odlo v el aisla Ptimeto dio a luz un niño 1 luego tuvo una niña. Eso
miento en que todos nosotros vjvfamos inmersos, su tuvo como resultado dos cosas perfectamente previsi
rostro se convirtió de nuevo en una máscara. imposi bles: a mí me dejó en paz y demostró mucha más
ble leer nada en ella. estima por so hijo que por su hija. Q u e no se preocu
En aquella carretera que tan bien llegué a conocer para mucho de la persona que más se parecía a ella,
pasé algunos de los mejores momentos de mi vida. una hija, una hembra, era algo tan normal gue pasaba
tfabfa un largo trecho desde el gue al atardecer veía la desapercibido, otro tipo de actitud sí habría llamado la
luz del sol reflejada en la superficie del mar, y aquella atención: para la gente como nosotros� desdeñar cual
luz tenía siempre la calidad expectante de la inminen quier cosa que se nos aseme)ara era casi ley de vida.
cia, de un anhelo que e s tuviera a punto de verse Este hecho ineludible en la vida de mi hermana me
satisfecho, como si en cualquier momento fuera a sur hizo sentir una abrumadora compasión por ella. Y o
gir una ciudad hecha de a, ¡uella luz tan especial que el no le gustaba: su madre le había dicho que era su ene
sol reflejaba en el a g ua y de ella pudiera fluir una ale mig '1l, que no se podfa confiar en mí > que en aquella
gría que no era capaz de imaginar si<Jukra. Y conocía casa era como un ladrón, es p erando el momento ade
un lugar justo a un lado de esa carretera donde crecían cuado para robarles su herencia. Todo eso resultaba
los más fragantes anacardos; el zumo de su fruto me convincente p ara mi hermana ) y ella desconfiaba de
ulceraba los labios y me daba la sensación de tener la n1í y me tenía aversión; Jas primeras palabras insultan
lengua como atrapada entre un amasijo de hilos, ha tes q ue su p o pronunciar fueron diri g idas contra mí. La
ciendo gue temporalmente me costara habfar, y a mí esposa de mi padre siempre me había dicho, en priva
eso, tener dificultades para hablar, considerar la posi do, cuando mi padre no estaba, que yo no podía ser
bilidad de que quizá tuviera que luch a r denodadamente hija suya porque no me parecía a él� y era derto que no
si quería recobrar el habfa, me parecía delicioso. Fue poseía ninguno de sus rasgos físicos. ivíi hermana sin
en aquella carretera donde por primera vez pasé sin embargo sí se le parecía: tenía el pelo y los ojos del
solución de continuidad de unas condiciones climato mismo color que él, rojo y gris; también su piel era del
lógicas a otras: de una lluvia intensa y frí a al calor de un mismo color ,¡ue la de él, fina y roja, no el mismo rojo
mediodía límpido y radiante. Y fue en aquella carrete que el del cabello, otro rojo, como el color que tiene la
ra donde mi hermana, ia hija de mi padre y su esposa, tierra en algunos lugares. Pero no tenía la serenidad y la
cuando volvía en bicicleta de un encuentro con un hom paciencia de él; ella caminaba como un guerrero y no
bre al que mi padre le había prohibido ver y con el que era capaz de contener 1a rabia que llevaba dentro. Tam
se casaría, tuvo un accidente, ca y() por un precipicio > Jo poco tenía su haoilidad para guardar silencio; necesitaba
que la dejó lisiada y estérH, y le afectó también la vista. expresar en voz alta cualquier pensamiento que se Je
.Ése no es un recuerdo feliz; su sufrimiento, todavía p asara por la cabeza, así c 1 ue siempre q ue 1ne veía me
hoy, sigue siendo algo muy tangible para mí. hacía saber de inmediato lo , ¡ue fúera que mi presencia
No mucho desp ués de que fuera a vivir con ellos la le inspirase. Nunca la odié, sólo sentía compasión por
esposa de mi padre empezó a tener sus propios hijos. ella. Su tragedia era mayor que 1a mía; su madre no ia
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