Page 43 - Autobiografia de mi Madre v.2
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Capitulo II




   Quizás ern inevitable que en cuanto llegara a conocer
   corno la palma de la mano el largo camino .:¡ue llevaba
   desde la  casa de  m.i  padre  hasta la  escuela,  en  el  siN
   guíente poblado, tuviera que dejarlo atrás. Ese crayecto,
   ocho kilómetros a la ida, ocho kilómetros • la vuelta,
   nunca <lejó de inspirarnos derto espanto  a todos los
   niños  ctue lo  recorríamos 1  púr lo que procurábamos
   no estar nunca solos. Siempre íbamos en grupo, Nin­
   gún año, en ningún momento� superamos la docena,
   más niños que niñas, No éramos amigos; eso no er-a
   vjsw con aprobación. No debíamos confiar jamás uno
   en el otro. Era una especie de consigna c.1ue concinua�
   mente nos repetían nuestros padres;  fue parte de mi
   educación�  como  una  forma de  demostrar buenos
   modales: No puedes confiar en  esa gente, me decía
   mi padre, exactamente las mismas  palabras que los
   padres de 1os demás niños les  decían  a ellos,  hasta
   puede ,1uc en el mismo momento. El hecho de que "esa
   gcme' fuéramos nosotros mismos }  aqueHa insisrenda
   en gue desconfiáramos de los demás ... la razón de que
   personas de  apariencia física tan  parecida,  que com­
   partíamos  una  historia  común  de  sufrimiento  y
   humi11acló-n y esclavitud�  mviérainos  que  aprender a
   desconfiar entre nosotros  ya desde niños, ha dejado
   de  ser un  rnistedo para  mí. Las personas  de  las que
   instintivamente �ubiéramos debido desconfiar escapa­
   ban• nuestra influencia por completo; nuestra necesidad
   de derrotarlas, de liberarnos de ellas, era algo mucho
   más profundo que la desconfianza.  La desconfianza
   era sólo uno de los muchos sentimientos que abrigá­
   bamos el uno por el otro entre nosotros mÍ,":;mos, todos
   ellos  opuestos al amor,  todos ocupando  el  lugar del


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