Page 44 - Autobiografia de mi Madre v.2
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amor. Era como si compitiéra111os entre nosotros por     no había visto lo 'Jlie sabía entonces y sé todavía hoy:
            un premio secreto y temiéramos que lo consiguiera otro;   · lo que vi. Mi padre había heredado del suyo una pali-
            cualquier expresión de a1nut, por tanto )  no habría sido   dez fantasmal, una piel por cuyo aspecto se diría qne
            sincera, pues d amor podrfa darle ventaja a otro.        está esperando  ser cubierta por una  nueva  piel,  una
               No  énunos  amigos.  Caminábamos juntos  impul-       piel  de verdad, y sus ojos eran grises l  también  como
            sacios  por un  comp$,ñerismo  fundado  en el  miedo,   los de su padre, y lo mismo sucedía con el pelo, que
            miedo a cosas que no podíamos ver, y cuando  aque-       era rojo y castaño, una vez más igual al de su  padre;
            llas cosas se veían, a menudo no éramos capaces de       sólo en la textura del  cabello, espeso y ensortijado, se
            comprender del todo el peligro que entrañaban, hasta     parecía a su madre. Era una mujer originaria de Áfrk�
            tal punto era confusa grnn parte de la realidad. No nos   nadie sabía exactamente de qué lugar de Africa, y tam-
            acercábamos uno a otro hasta estar fuera de los limites   poco habrfa servido de nada averiguarlo, simplemente
            de nuestro poblado y del alcance de la vista de nues-    era  de algún  lugar de Afriea, aquella parte del mapa
            tros padres. Charlabamos, pero  nuestra conversad6n      que era un conjunto de formas y sombras amariUas. Y
            giraba siempre en torno al miedo. ¿Cómo no iba a ser     él me señaló con su dedo rosa-pardusco, su dedo par-
            así? Habíamos visto a aquel chico ahogarse en la des-    do-rosado, y me dijo que no había visto lo que había
            embocadura del río que cruzábamos todos los días. Si     vlsto, que no podfa haber visto lo que vi que no, que
                                                                                                       )
            nuestra educación hubiera sído fructífera� la mayoría    no, '-JllC no; pero yo lu vi, lo v.i, 1o vi. Aunque no iba a
            nos habríamos negado a ercer que habíamos sido tes-      insisdrle a él precisamente acerca de aquello que yo sa-
            tigos de aigo así. Afirmar que habíamos visto a aquel    bía real. Y no le conté nada de lo ocurrido aquel día en
            chico mantcníéndóse a flote mientras iba al encuentro    que )  volviendo sola de la escuela, vi un mono motea-
            de una mujer rodeada de  fruta >  y luego desvanecerse   do en un árbol y le lancé rres piedras. El mono cazó al
            en las crecidas aguas de fa desembocadura del río, era   vuelo la tercera y me la devolvió, golpeándome enci-
            como  admidr que vivíamos  en  una oscuridad de la       ma del ojo izc1uierdo, justo en la ceja� y empecé a sangrar
            que no podíamos ser redimidos. En  cuanto a mí, no       furiosamente� como sí no f u era a parar nunca. Supe de
            necesito ni necesitaba entonces ninguna redención,       al na manera que las bayas rojas de un determinado
                                                                      gu
               Mi  padre no creyó que hubiera presenciado cómo       arbusto detendrían la hemorragia. !v 1 i padre, al ver la
            se ahogaba aquel chico. Se enfadó conmigo por decir      herlda 1  pensó que era obra de alb i-ún  compañero  de
            que lo había visto; echó la culpa a las compañías de     colegio, un chico, alguien cuya identidad me negaba a
            guc me rodeaba. Dijo que no debía hablar con ague-       revelar sólo  para  protegerle.  fue  entonces  cuando
            llos otros  niños;  dijo  que  no procedían  de  casas   empezó a hacer planes para enviarme a la escuela de
            respetables ni de buenas  familias; dijo que tenía que   Roseau, para alejarme  de la mala influencia de niños
            recordar que él era mi padre y que ocupaba un impor-     gue me atacaban, a los que yo protegía de su cólera y
            tante cargo oficial, y que el hecho de que yo dijera ese   que ademá� de eso estaba seguro )  pertenecían al sexo
            tipo de cosas no  podía causarle más que dificultades.   mascuHno, Y tras esa explosión emocional, con la que
            Recuerdo sobre todo la forma en que me dijo que yo       <1uerfa expresar su amor por mí pero que sólo consi-


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