Page 50 - Autobiografia de mi Madre v.2
P. 50

i\ veces en esos silencios no había nada en absoluto;   el observador >  para quien lo contempla, establece una
             otras veces estaban Ucnos de pura maldad; a veces que­  · corriente invisible entre ambos, e1 observado y el obser­
             ria verme muerta� otras veces, que yo estuviera viva o   vador,  el  contemplado y  aquél  gue  contempla,  y
             muerta no le interesaba, El hecho de gue descara mi     personalmente creo que ninguna  vida está con1plcta t nín­
             muerte era una respuesta instintiva; nunca me había que­  g,ma vida es realmente plena sin esa corriente invisible,
             rido� para empezar nunca habfa desea.do verme vtva,     que es en muchos aspectos  una definición del amor.
             así que cuando me vio, cuando me vio de verdad, me      Nadie me observaba ni me contemplaba a mí, sólo yo
             ob!l:ervó y se dio cuenta de quién era no pudo hacer    me observaba y contetnplaba a mí misma; la corriente
                                              >
             otra cosa que desear mi muerte. Pero aparte de su pri­  invisible salía de mí para volver a mí. Acabé amándome
             mer intento real -en la ocasión en que me regaló un     a mí misma tercamente, como  fruto de la desespera­
             collr1r c¡uc iuego yo le regalé a su perro favotito 1  consi­  ción, porgue no había nada más,  Un amor así puede
             guiendo así guc el collar le produjera al perro la muerte   servir, pe.ro sólo servir, no es precisamente lo ideal; tie­
             9ue me estaba destinada a mí-, sus demás intentos de.   ne el sabor de algo que se ha dejado en la alacena tanto
             (JUitatme la vida no fueron más que tímidos amagos;     tiempo que se ha vuelto rancio y a) comerlo te revuelve
             en parte fue así porque había admitido mi voluntad de   el estómago. Puede se,:vir, puede servir, pero sólo por•
             segulr viva, y en parte porgue había empezado a pre­    que no hay nada más que ocupe su Jugar; no es como
             ocuparle su condición de  madre  de alguien que iba a   para recomendarlo.
             convcrdrse en un gran hombre. Cuando su hijo murió         Y tanto era así que cuando vi por primera vez el
             yo ya no vivía en su casa, ya no estaba al akance de su   denso y rojo flujo de sangre de mi menstruación, no
             vista, no me tenía allí para observarme y quizá vengar­  sentí sorpresa ni temor.  Nunca habfa oído hablar de
             se en mí por el hecho ele que yo continuara viviendo.   ello, no me lo esperaba, tenla doce años, pero su apa­
                ()bservar a cualquier ser humano desde su infan­     rición tuvo para mi mente infancil. para mi cuerpo  y
             cia, ver cómo alguien viene a] mundo, como si fuera el   mi alma, 1a fuerza del destino cumplido; fue como sí
             capullo de una nueva flor, los pétalos apretados al prin­  siempre lo hubiera sabido pero nunca me hubiera per­
             cipio  u n o  alrededor del  otro, luego  separándose,   mitido tener conciencia de ello, como si nunca hubiera
             desplegándose  según  el  curso  natural de las cosas,   sabido cómo expresarlo con palabras. Aquella prime­
             abriéndose en su eclosión )  la vida de ese florecimiento,   ra vez vino  tan  densa,  roja y  abundante  que era
             tiene  guc f;er maravilloso  com:emplarlo; ver  )a expe­  imposible pensar que pudiera tratarse sólo de un pre­
             riencia acumulad:a en los ojos >  en Jas comisuras de los   sagio, algún tipo de advertencia, un símbolo; era algo
             labios, la gravedad del ceño, la pesada carga en el co­  real y nada más é¡ue eso, mi flujo menstrual )  y supe de
             razón y el alma, la capa cada vez mi\s gruesa alrededor   inmediato que sí no volvía a aparecer con regularidad
             de la cintura, los pechos, el paso más pausado no por   cada cierto tiempo significaría que iba a tener graves
             la senectud sino sólo por la prudencia que infunde la   problemas. Quizá supe ya emonces que la niña que lle­
             vida ... todo eso es algo tan maravilloso de observar, es   vaba dentro nunca estaría lo bastante serena como para
             maravilloso contemplarlo; el deleite que supone para    permitirme tener un hijo propio. Le compré a un pa-


                                   50                                                      5 1
   45   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55