Page 45 - Autobiografia de mi Madre v.2
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amor. Era como si compitiéra111os entre nosotros por   no había visto lo 'Jlie sabía entonces y sé todavía hoy:
 un premio secreto y temiéramos que lo consiguiera otro;   · lo que vi. Mi padre había heredado del suyo una pali-
 cualquier expresión de a1nut, por tanto )  no habría sido   dez fantasmal, una piel por cuyo aspecto se diría qne
 sincera, pues d amor podrfa darle ventaja a otro.   está esperando  ser cubierta por una  nueva  piel,  una
 No  énunos  amigos.  Caminábamos juntos  impul-  piel  de verdad, y sus ojos eran grises l  también  como
 sacios  por un  comp$,ñerismo  fundado  en el  miedo,   los de su padre, y lo mismo sucedía con el pelo, que
 miedo a cosas que no podíamos ver, y cuando  aque-  era rojo y castaño, una vez más igual al de su  padre;
 llas cosas se veían, a menudo no éramos capaces de   sólo en la textura del  cabello, espeso y ensortijado, se
 comprender del todo el peligro que entrañaban, hasta   parecía a su madre. Era una mujer originaria de Áfrk�
 tal punto era confusa grnn parte de la realidad. No nos   nadie sabía exactamente de qué lugar de Africa, y tam-
 acercábamos uno a otro hasta estar fuera de los limites   poco habrfa servido de nada averiguarlo, simplemente
 de nuestro poblado y del alcance de la vista de nues-  era  de algún  lugar de Afriea, aquella parte del mapa
 tros padres. Charlabamos, pero  nuestra conversad6n   que era un conjunto de formas y sombras amariUas. Y
 giraba siempre en torno al miedo. ¿Cómo no iba a ser   él me señaló con su dedo rosa-pardusco, su dedo par-
 así? Habíamos visto a aquel chico ahogarse en la des-  do-rosado, y me dijo que no había visto lo que había
 embocadura del río que cruzábamos todos los días. Si   vlsto, que no podfa haber visto lo que vi que no, que
                                      )
 nuestra educación hubiera sído fructífera� la mayoría   no, '-JllC no; pero yo lu vi, lo v.i, 1o vi. Aunque no iba a
 nos habríamos negado a ercer que habíamos sido tes-  insisdrle a él precisamente acerca de aquello que yo sa-
 tigos de aigo así. Afirmar que habíamos visto a aquel   bía real. Y no le conté nada de lo ocurrido aquel día en
 chico mantcníéndóse a flote mientras iba al encuentro   que )  volviendo sola de la escuela, vi un mono motea-
 de una mujer rodeada de  fruta >  y luego desvanecerse   do en un árbol y le lancé rres piedras. El mono cazó al
 en las crecidas aguas de fa desembocadura del río, era   vuelo la tercera y me la devolvió, golpeándome enci-
 como  admidr que vivíamos  en  una oscuridad de la   ma del ojo izc1uierdo, justo en la ceja� y empecé a sangrar
 que no podíamos ser redimidos. En  cuanto a mí, no   furiosamente� como sí no f u era a parar nunca. Supe de
 necesito ni necesitaba entonces ninguna redención,   al na manera que las bayas rojas de un determinado
    gu
 Mi  padre no creyó que hubiera presenciado cómo   arbusto detendrían la hemorragia. !v 1 i padre, al ver la
 se ahogaba aquel chico. Se enfadó conmigo por decir   herlda 1  pensó que era obra de alb i-ún  compañero  de
 que lo había visto; echó la culpa a las compañías de   colegio, un chico, alguien cuya identidad me negaba a
 guc me rodeaba. Dijo que no debía hablar con ague-  revelar sólo  para  protegerle.  fue  entonces  cuando
 llos otros  niños;  dijo  que  no procedían  de  casas   empezó a hacer planes para enviarme a la escuela de
 respetables ni de buenas  familias; dijo que tenía que   Roseau, para alejarme  de la mala influencia de niños
 recordar que él era mi padre y que ocupaba un impor-  gue me atacaban, a los que yo protegía de su cólera y
 tante cargo oficial, y que el hecho de que yo dijera ese   que ademá� de eso estaba seguro )  pertenecían al sexo
 tipo de cosas no  podía causarle más que dificultades.   mascuHno, Y tras esa explosión emocional, con la que
 Recuerdo sobre todo la forma en que me dijo que yo   <1uerfa expresar su amor por mí pero que sólo consi-


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