Page 48 - Autobiografia de mi Madre v.2
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amab::i� pero su madre estaba viva; y ella veía todos los   sen.  Él  se creía un adalid de la libertad,  un hombre
             días a su madre, y todos los días su madre hada que se   honrado y valeroso; creía en eHo con tanta convicción
             supiera no  amada. Mi m,,dre  estaba muert'a .  Por lo   como creía en la realidad de cualquier cosa que  pudie­
             q ue respecta a la esposa de mi padre, era su hijo el más   se ver con sus propios ojos, como en el calor del sol o
             p rivile g iado, no el más amado,  puesto que ella era in­  el azul del cielo, y nada le habría podido persuadir de
             capaz de eso ... de amar; le privile g iaba a él porque no   que la verdad era justamente lo contrario. No era algo
             era como ella: no era hembra, era varón. El chico crefa,   .;1ue s u   esposa ni su hijo supieran ni  pudieran saber )  y
             y le animaban  a que lo creyera así, que era como su    en consecuencia aquel niño vivió desde e1 princi p io una
             padre tanto en lo físico como en lo espiritual, hasta el   existencia penosa >  una vida de imitación, una vida cu­
             punto de q ue se decía de él  q ue tenía los andares de su   yos orí genes desconocía. V e rle a los once años de edad,
             padre y que ciertos  g estos eran i g uales a los de su  p a­  poco más o menos, enfundado en un traje de lino blan­
             dre,  pero eso no  era cierto; no era así )  no de verdad.   co  que  era  una  co p ia  exacta  del  de  su  padre;  tan
             Andaba como mi padre, tenía aJgunos de sus gestos,      delgaducho, tan  p álido; su pelo negro, idéntico al de su
             p ero esa forma de andar de mi padre no era innata en   madre, estirado y pe¡,,ado al  cuero cabelludo; su des­
             mi padre, y tam p oco sus gestos eran innatos en él. Mi   garbado modo de andar, vacilante 1  como  si  acabara
             p adre se había inventado a sí mismo >  se habfa creado a   de adquirir la ca p acidad de usar los pies ... verle andan­
             sí mismo sobre la marcha; cuando quería al g o, se adap�   do hacia la i g Jesfa,  p ara adorar a un dios en el que mi
             taba a las circunstancias, bailaba al son que le tocaban  y   padre  no creía realmente, pues mi padre era incapaz
             cambiaba de cha q ueta  cuando  hiciera  falta.  El hom­  de creer en ningún dios; verle hacer auténticos esfuer­
             bre,  mi  padre, al  que  \'efan  su esposa y  su  hijo,  el   zos por parecerse a ese hombre al  q ue no conocía, en
             hombre que querían < ¡ ue fuera a q uel niño, existía,  p ero   cuyos  actos nunca se había par;,do a  p ensar, sólo me
             la pc:rs:ona que vefan era una manifestación de los de­  inspiraba compasión y tristeza; por eso cuando murió,
             seos de mi padre, una manifestación de sus necesidades;   antes de cumplir los diecinueve años >  no me paredó
             la  pe r sonalidad  que contemp a ban era como un traje   que fuera una tra & 'l'fdia, sólo pensé que era una suerte
                                       l
             g ue mi  padre se babia hecho a la medida,  y  acabó por   que su vida, tan atormentada y llena de desdicha, hu­
             llevado  puesto durante tanto  tiempo  q ue ya se hizo   biera sido tan corta. Tuvo una muerte larga y doJorosa
             imposible quitárselo, ocultaba por completo quién era   cuya causa era  desconocida, quizás inconcebible; al
             realmente él; quién hubiera  p odido ser en realidad se   morir no dejó ningún vado, y tanto la aflicción de su
             conYirtió en un enigma }  incluso para él mJSmo. Mi pa­  madre como la de  mi  padre  a menudo  parecían ro­
             dre eta un ladrón, era un carcelero, decía falsedades, se   deadas  de  mistefio, como un enorme qué y por qué,
             aprovechaba de los  más débiles; así era fundamental­   motivado por quién  era aquel  chico, aquella persona
             mente; ésa fue su f o rma de actuar en todo momento a   cuya pérdida lloraban,
             lo largo de  su  vida, pero incluso hacia el  final  de la   Y así, había llegado a conocer bien el mundo en el
             misma el carcelero, el ladrón, el farsante, el cobarde ...   que vivía. Sabfa cómo interpretar los largos silencios
             todos eran desconocidos para él, ígnornba gue ex:ístie-  que la esposa de mi padre habfa erigido entre nosotrás.


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