Page 49 - Autobiografia de mi Madre v.2
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amab::i� pero su madre estaba viva; y ella veía todos los sen. Él se creía un adalid de la libertad, un hombre
días a su madre, y todos los días su madre hada que se honrado y valeroso; creía en eHo con tanta convicción
supiera no amada. Mi m,,dre estaba muert'a . Por lo como creía en la realidad de cualquier cosa que pudie
q ue respecta a la esposa de mi padre, era su hijo el más se ver con sus propios ojos, como en el calor del sol o
p rivile g iado, no el más amado, puesto que ella era in el azul del cielo, y nada le habría podido persuadir de
capaz de eso ... de amar; le privile g iaba a él porque no que la verdad era justamente lo contrario. No era algo
era como ella: no era hembra, era varón. El chico crefa, .;1ue s u esposa ni su hijo supieran ni pudieran saber ) y
y le animaban a que lo creyera así, que era como su en consecuencia aquel niño vivió desde e1 princi p io una
padre tanto en lo físico como en lo espiritual, hasta el existencia penosa > una vida de imitación, una vida cu
punto de q ue se decía de él q ue tenía los andares de su yos orí genes desconocía. V e rle a los once años de edad,
padre y que ciertos g estos eran i g uales a los de su p a poco más o menos, enfundado en un traje de lino blan
dre, pero eso no era cierto; no era así ) no de verdad. co que era una co p ia exacta del de su padre; tan
Andaba como mi padre, tenía aJgunos de sus gestos, delgaducho, tan p álido; su pelo negro, idéntico al de su
p ero esa forma de andar de mi padre no era innata en madre, estirado y pe¡,,ado al cuero cabelludo; su des
mi padre, y tam p oco sus gestos eran innatos en él. Mi garbado modo de andar, vacilante 1 como si acabara
p adre se había inventado a sí mismo > se habfa creado a de adquirir la ca p acidad de usar los pies ... verle andan
sí mismo sobre la marcha; cuando quería al g o, se adap� do hacia la i g Jesfa, p ara adorar a un dios en el que mi
taba a las circunstancias, bailaba al son que le tocaban y padre no creía realmente, pues mi padre era incapaz
cambiaba de cha q ueta cuando hiciera falta. El hom de creer en ningún dios; verle hacer auténticos esfuer
bre, mi padre, al que \'efan su esposa y su hijo, el zos por parecerse a ese hombre al q ue no conocía, en
hombre que querían < ¡ ue fuera a q uel niño, existía, p ero cuyos actos nunca se había par;,do a p ensar, sólo me
la pc:rs:ona que vefan era una manifestación de los de inspiraba compasión y tristeza; por eso cuando murió,
seos de mi padre, una manifestación de sus necesidades; antes de cumplir los diecinueve años > no me paredó
l
la pe r sonalidad que contemp a ban era como un traje que fuera una tra & 'l'fdia, sólo pensé que era una suerte
g ue mi padre se babia hecho a la medida, y acabó por que su vida, tan atormentada y llena de desdicha, hu
llevado puesto durante tanto tiempo q ue ya se hizo biera sido tan corta. Tuvo una muerte larga y doJorosa
imposible quitárselo, ocultaba por completo quién era cuya causa era desconocida, quizás inconcebible; al
realmente él; quién hubiera p odido ser en realidad se morir no dejó ningún vado, y tanto la aflicción de su
conYirtió en un enigma } incluso para él mJSmo. Mi pa madre como la de mi padre a menudo parecían ro
dre eta un ladrón, era un carcelero, decía falsedades, se deadas de mistefio, como un enorme qué y por qué,
aprovechaba de los más débiles; así era fundamental motivado por quién era aquel chico, aquella persona
mente; ésa fue su f o rma de actuar en todo momento a cuya pérdida lloraban,
lo largo de su vida, pero incluso hacia el final de la Y así, había llegado a conocer bien el mundo en el
misma el carcelero, el ladrón, el farsante, el cobarde ... que vivía. Sabfa cómo interpretar los largos silencios
todos eran desconocidos para él, ígnornba gue ex:ístie- que la esposa de mi padre habfa erigido entre nosotrás.
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