Page 121 - Santa María de las Flores Negras
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3.- Queda también prohibido el estacionamiento o reunión en grupos de
más de seis personas.
4.- La gente venida de la pampa y que no tiene domicilio en esta ciudad se
concentrará en la escuela Santa María y plaza Manuel Montt.
5.- Queda prohibida absolutamente la venta de bebidas capaces de
embriagar.
6.- La fuerza pública queda encargada de dar estricto cumplimiento al
presente decreto.
Lo que se perseguía con la ley marcial, lo vimos claramente entonces, era
impedir la llegada de más huelguistas pampinos a Iquique y rejuntarnos a todos en
las dependencias de la Escuela Santa María para, de esa manera, facilitar las
medidas que se tomarían luego con nosotros. Además de ser editado en la
primera página de los diarios de la mañana, el decreto, publicado por bando, fue
leído públicamente y luego fijado junto a los edictos públicos. Al mismo tiempo se
establecía la censura telegráfica y cablegráfica y se notificaba a las imprentas un
decreto que prohibía la impresión y venta de todo diario u hoja impresa, y que las
infracciones serían severamente reprimidas (aunque en verdad lacensura nunca
corrió para todos, porque después nos enteramos de que los gringos usaron el
telégrafo cuántas veces quisieron y mandaron los cables que se les vino en gana
durante todo el tiempo que duró la ley marcial). Mientras tanto, entre la ciudadanía
comenzaban a circular dudosas listas de adhesión a las autoridades y de rechazo
a la presencia de los huelguistas, y desde los despachos de la Intendencia se
había organizado de tal manera el espionaje y el soplonaje dentro de la ciudad,
que ese mismo día muchos vecinos comenzaron a ser citados e increpados
duramente por haber emitido, en sus conversaciones privadas, opiniones
contrarias al gobierno absoluto implantado en la provincia.
Hasta ese momento, nuestra última propuesta de arreglo consistía en que
nos volvíamos todos a la pampa a reanudar nuestras labores y dejábamos en el
puerto a una comisión negociadora, con la sola condición de que los industriales
nos aumentaran en un sesenta por ciento el sueldo durante el mes que se
calculaba durarían las negociaciones. Todos pensábamos que era lo más justo y
equitativo, y que con eso se solucionaría de inmediato el conflicto. Pero en mitad
de la mañana nos enteramos de una junta llevada a cabo entre el Intendente y los
patrones, en donde éstos habían desechado tajantemente nuestra propuesta. Del
mismo modo como habían desdeñado el ofrecimiento del Gobierno de Chile de
compensarles hasta el cincuenta por ciento del aumento pedido por nosotros. La
proposición presidencial fue recibida con frialdad por parte de los salitreros,
argumentando con soberbia que el problema no era de dinero sino de respeto.
Que ellos no podían resolver nada bajo la presión de la masa porque significaría
una imposición manifiesta de los huelguistas, y eso les anularía el respeto de
patrones y les haría perder para siempre su prestigio moral (nosotros no
entendíamos de qué prestigio moral hablaban esos carajos). Y volvieron a insistir
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