Page 88 - Fahrenheit 451
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En el  vestíbulo, el rostro de Mildred  estaba lleno de          Montag se detuvo junto a la puerta, de espaldas.
             excitación.                                                        -Millie ...
               -¡Bueno, las señoras van a venir!                                Un silencio.
               Montag le enseñó un libro.                                       -¿Qué?
               -Éste es el Antiguo y el Nuevo Testamento, y ...                 -Millie, ¿te quiere el Payaso Blanco?
               -¡No empieces otra vez con eso!                                  No hubo respuesta.
               -Podría  ser  el  último  ejemplar  en  esta  parte  del         -Millie,  te  ...  -Montag  se humedeció los  labios-.
            mundo.                                                           ¿Te quiere tu «familia»? ¿Te quiere muchísimo, con toda
               -¡Tienes  que devolverlo  esta misma noche!  El capi­         el alma y el corazón, Millie?
             ,                    _                                             Montag sintió que ella parpadeaba lentamente.
            tan Beatty sabe que lo tienes, ¿no es así?
               -No  ere que sepa  qué libro robé. Pero, ¿cómo es­               -¿Por qué me haces una pregunta tan tonta?
               _        �                                                       Montag sintió deseos de llorar, pero nada ocurrió en
            CO J O  un sustituto?  ¿Deberé  entregar  a Mr. Jefferson?
            ¿A  �Ir. Thoreau? ¿Cuál es menos valioso?  Si escojo un          ms ojos o en su boca.
            sustituto  y Beatty sabe qué  libro  robé  supondrá que             -Si ves a ese perro ahí fuera -dijo Mildred-, pégale
            tengo toda una biblioteca aquí.                                   un puntapié de parte mía.
               Mildred contrajo los labios.                                     Montag vaciló,  escuchó junto a la puerta.  La abrió y
               -¿ Ves  lo  que  estás  haciendo?  ¡Nos  arruinarás!          salió.
            ¿ Quién es más importante, yO" o esa Biblia?                        La  lluvia  había cesado y  el  sol  aparecía en el  claro
               Empezaba a chillar, sentada como una muñeca de cera           cielo. La calle, el césped y el porche estaban vacíos. Mon­
            que se derritiese en su propio calor.                             tag exhaló un gran suspiro.
               Le parecía oír la voz de Beatty.                                 Cerró, dando un portazo.
               -Siéntate, Montag.  Observa. Delicadamente,  como
            pétalos de una flor. Cada una se convierte en una mariposa
            negra. Hermoso, ¿verdad? Enciende la tercera página con             Estaba en el «Metro ».
            la segunda y así sucesivamente, quemando en cadena, ca­              «Me siento entumecido -pensó-.  ¿Cuándo  ha em­
                         _
              ,
            pitulo por capitulo, todas las cosas absurdas que significan      pezado ese entumecimiento en mi rostro, en mi cuerpo?
            las palabras,  todas las falsas promesas, todas las ideas de      La noche en que, en la oscuridad, di un puntapié a la bo­
            segunda mano y las filosofías estropeadas por el tiempo.          tella de píldoras, y fue como si hubiera pisado una mina
               Beatty estaba sentado allí levemente sudoroso, mien­           enterrada.
            tras el  suelo aparecía cubierto de enjambres de polillas            »El entumecimiento desaparecerá.  Hará falta tiempo,
            nuevas que habían muerto en una misma tormenta.                   pero lo conseguiré,  o Faber lo hará por mí.  Alguien, en
               Mildred dejó de chillar tan bruscamente como había             algún sitio, me devolverá el viejo rostro y las viejas ma­
            empezado. Montag no la escuchaba.                                 nos tal como habían sido.  Incluso la sonrisa -pensó-,
               -Sólo hay una cosa que hacer -dijo-. Antes de que              la vieja y profunda sonrisa que ha desaparecido.  Sin ella,
            llegue la noche y deba entregar el libro a Beatty,  tengo         estoy perdido. »
            que conseguir un duplicado.                                          El convoy pasó veloz frente a él, crema, negro, crema,
               -¿Estarás aquí, esta noche, para ver al Payaso Blanco          negro, números y oscuridad, más oscuridad y el total su­
            y a las señoras que vendrán? -preguntó Mildred.                   mándos.e a sí mismo.

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