Page 91 - Fahrenheit 451
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En una ocasión, cuando niño, se había sentado en una   ¡« Denham» lo consigue!
 duna amarillenta junto al mar, bajo el cielo azul y el calor   «Considera los lirios, los lirios, los lirios ... »
 de  un  día de verano,  tratando  de  llenar de arena una   «Detergente Dental Denham. »
 criba, porque un primo cruel había dicho:  «Llena esta   -¡Calla, calla, calla!
 criba,  y ganarás un real. »  Y cuanto más aprisa echaba   Era una súplica,  un grito tan terrible que Montag se
 arena, más velozmente se escapaba ésta produciendo un   encontró de pie, mientras los sorprendidos  pasajeros del
 cálido  susurro. Le dolían las manos, la arena ardía, la   vagón le miraban, apartándose de aquel hombre que t nía
                                                        �
 criba estaba vacía. Sentado allí, en pleno mes de julio, sin   expresión de demente, la boca contraída y reseca, el libro
 un sonido, sintió que las lágrimas resbalaban por sus me­  abierto en su puño. La gente que, un momento antes, ha­
 jillas.   bía  estado sentada,  llevando  con  los  pies  el  ritmo  de
 Ahora,  en tanto  que el  «Metro »  neumático le llevaba   «Dentífrico  Denham»,  «Duradero  Detergente Dental
 velozmente por el subsuelo muerto de la ciudad, Montag   Denham », «Dentífrico Denham», Dentífrico, Dentífrico,
 recordó la lógica terrible de aquella criba, y bajó la mirada   uno, dos, uno, dos, uno dos tres, uno dos, uno dos tres.
 y vio que llevaba la Biblia abierta. Había gente en e1 «Me­  La gente cuyas bocas habían articulado apenas las pala­
 tro», pero él continuó con el libro en la mano, y se le ocu­  bras  Dentífrico,  Dentífrico,  Dentífrico.  La  radio  del
 rrió una idea absurda: «Si lees aprisa y lo lees todo, quizá   «Metro »  vomitó sobre Montag,  como represalia,  una
 parte de la arena permanezca en la criba.» Pero Montag   carga completa de música compuesta de hojalata, cº? e,
                                                         ;
                                                       _
 leía y las  palabras  le atravesaban, y  pensó:  «Dentro  de   plata, cromo y latón. La gente era forzada a la sum1s10n;
 unas pocas horas estará Beatty y estaré yo entregándole   no huía,  no había sitio donde huir;  el gran convoy neu­
 esto,  de modo que no  debe escapárseme ninguna frase.   mático se hundió en la tierra dentro de su tubo.
 Cada línea ha de ser recordada. Me obligaré a hacerlo. »   -Lirios del campo.
 Apretó el libro entre sus puños.   «Denham. »
 Tocaron unas trompetas.   «¡He dicho lirios!»
 «Dentífrico Denham. »   La gente miraba.
 «Cállate -pensó Montag-. Considera los lirios en el   -Llamen al guardián.
 campo. »   -Este hombre está ido ...
 «Dentífrico Denham. »   «¡ Knoll Wiew! »
 «No mancha ... »   El tren produjo un siseo al detenerse.
 «Dentífrico ...  »   «¡Knoll Wiew! »  Un grito.
 «Considera los lirios en el campo, cállate, cállate.»   «Dcnham.» Un susurro.
 «¡Denham! »   Los labios de Montag apenas se movían.
 Montag abrió violentamente el libro, pasó las páginas   -Lirios ...
 y las palpó como si fuese ciego, fijándose en la forma de   La puerta del vagón se abrió produciendo un silbido.
 las letras individuales, sin parpadear.   Montag  permaneció inmóvil. La puerta empezó a ce­
 «Denham. Deletreando: D-e-n ... »   rrarse.  Entonces,  Montag pasó  de  un salto  junto  a los
 «No mancha, ni tampoco ... »   otros pasajeros chillando interiormente, y  se  zambulló,
 Un fiero susurro de arena caliente a través de la criba   en el último momento, por la rendija que dejaba la puerta
 vacía.   corrediza. Corrió hacia arriba por los túneles, ignorando

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