Page 65 - Fahrenheit 451
P. 65
-Déjame tranquila -dijo Mildred-. Yo no he he de la habitación, en la que entró el capitán Beatty con las
cho nada. manos en los bolsillos.
-¡Dejarte tranquila! Esto está muy bien, pero, ¿cómo -Ah, hagan callar a esos «parientes» -dijo Beatty,
puedo dejarme tranquilo a mí mismo? No necesitamos mirándolo todo a su alrededor, exceptuados Montag y su
que nos dejen tranquilos. De cuando en cuando, precisa esposa.
mos estar seriamente preocupados. ¿ Cuánto tiempo hace Esta vez, Mildred corrió. Las voces gemebundas cesa-
que no has tenido una verdadera preocupación? ¿Por ron de gritar en la sala.
algo importante, por algo real? El capitán Beatty se sentó en el sillón más cómodo,
Y, luego calló, porque se acordó de la semana pasada, con una expresión apacible en su tosco rostro. Preparó y
y las dos piedras blancas que miraban hacia el techo y la encendió su pipa de bronce con calma y lanzó una gran
bomba con aspecto de serpiente, los dos hombres de ros bocanada de humo.
tros impasibles, con los cigarrillos que se movían en su -Se me ha ocurrido que vendría a ver cómo sigue el
boca cuando hablaban. Pero aquélla era otra Mildred, enfermo.
una Mildred tan metida dentro de la otra, y tan preocu -¿Cómo lo ha adivinado?
pada, auténticamente preocupada, que amb,as mujeres Beatty sonrió y descubrió al hacerlo las sonrojadas
nunca habían llegado a encontrarse. Montag se volvió. encías y la blancura y pequeñez de sus dientes.
-Bueno, ya lo has conseguido -dijo Mildred-. Ahí, -Lo he visto todo. Te disponías a llamar para pedir la
frente a la casa. Mira quién hay. noche libre.
-No me interesa. Montag se sentó en la cama.
-Acaba de detenerse un automóvil «Fénix», y se -Bien -dijo Beatty-. ¡Coge la noche!
acerca un hombre en camisa negra con una serpiente ana Examinó su eterna caja de cerillas, en cuya tapa decía
ranjada dibujada en el brazo. GARANTIZADO: UN MILLÓN DE LLAMAS EN ESTE ENCENDE
-¿El capitán Beatty? DOR, y empezó a frotar, abstraído, la cerilla química, a
-El capitán Beatty. apagarla de un soplo, encenderla, apagarla, encenderla,
Montag no se movió, y siguió contemplando la fría a decir unas cuantas palabras, a apagarla. Contempló la
blancura de la pared que quedaba delante de él. llama. Sopló, observó el humo.
-¿Quieres hacerle pasar? Dile que estoy enfermo. -¿Cuándo estarás bien?
-¡Díselo tú! -Mañana. Quizá pasado mañana. A primeros de se-
Ella corrió unos cuantos pasos en un sentido, otros mana.
pasos en otro y se detuvo con los ojos abiertos cuando el Beatty chupó su pipa.
altavoz de la puerta de entrada pronunció su nombre -Tarde o temprano, a todo bombero le ocurre esto.
suavemente, suavemente, «Mrs. Montag, Mrs. Montag, Sólo necesita comprensión, saber cómo funcionan las
aquí hay alguien, aquí hay alguien, Mrs. Montag, Mrs. ruedas. Necesitan conocer la historia de nuestra profe
Montag, aquí hay alguien». sión. Ahora, no se la cuentan a los niños como solían ha
Montag se cercioró de que el libro estaba bien oculto cer antes. Es una vergüenza. -Exhaló una bocanada-.
detrás de la almohada, regresó lentamente a la cama se Sólo los jefes de bomberos la recuerdan ahora. -Otra
alisó el cobertor sobre las rodillas y el pecho, semiin;or bocanada-. Voy a contártela.
porado; y, al cabo de un rato, Mildred se movió y salió Mildred se movió inquieta.
62