Page 68 - Fahrenheit 451
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bre ya no dispone de todo ese tiempo para pensar mien­               -Más deportes para todos, espíritu de  grupo,  diver­
            tras se viste, una hora filosófica y, por lo tanto, una hora      sión, y no hay necesidad de pensar,  ¿eh?  Organiza y su­
            de melancolía.                                                    perorganiza superdeporte.  Más chistes en los libros. M.í.s
               -A ver -dijo Mildred.                                          ilustraciones.  La  mente absorbe menos y menos.  Impa­
               -Márchate -replicó Montag.                                     ciencia.  Autopistas llenas de  multitudes que van a algún
               -La vida se convierte en una gran carrera, Montag.             sitio, a algún sitio, a algún sitio, a ningún sitio. El refugio
            Todo se hace aprisa, de cualquier modo.                           de la gasolina.  Las ciudades se convierten en moteles, la
               -De cualquier modo -repitió Mildred, tirando de la             gente siente impulsos nómadas y va de un sitio para otro,
            almohada.                                                         siguiendo las mareas, viviendo una noche en la habitación
               -¡Por amor de Dios, déjame tranquilo! -gritó Mon­              donde otro ha dormido durante el día y el de nüs allá la
            tag, apasionadamente.                                             noche anterior.
               A Beatty se le dilataron los ojos.                                Mildred salió de la habitación y cerró de un portazo.
               La mano de Mildred se había inmovilizado detrás de             Las  «tías»  de la sala de estar  empezaron  a reírse de  los
            la almohada. Sus dedos  seguían la silueta del libro y a          «tíos» de la sala de estar.
            medida que la forma le iba siendo familiar, su rostro apa­           -Ahora, consideremos las minorías en nuestra civili­
            reció  sorprendido y, después,  atónito. Su  boca se abrió        zación. Cuanto mayor es la población, más rninorfas hay.
            para hacer una pregunta  ...                                      No hay que meterse con los  aficionados a los perros, a
               -Vaciar los teatros excepto para que actúen payasos,           los gatos, con los médicos, abogados, comerciantes, coci­
            e instalar en las habitaciones paredes de vidrio y bonitos        neros, mormones, bautistas, unitarios, chinos de segunda
            colores que suben y bajan, como confeti, sangre, jerez o          generación,  suecos, italianos,  alemanes,  tejanos,  irlande­
            sauterne. Te gusta la pelota base, ¿verdad, Montag?               ses, gente de Oregón o de México.  En este libro, en esta
               -La pelota base es un juego estupendo.                         obra, en este serial de Televisión la gente no quiere repre­
               Ahora Beatty era casi invisible, sólo una voz en algún         sentar a ningún pintor cartógrafo o mecánico que exista
            punto, detrás de una cortina de humo.                             en la realidad. Cuanto mayor es el mercado, Montag, me­
               -¿  Qué es esto? -preguntó Mildred, casi con alegría.          nos hay que hacer frente a la controversia, recuerda esto.
            Montag se echó hacia atrás y cayó sobre los brazos de             Todas las  minorías  menores  con sus ombligos  que hay
            ella-. ¿Qué hay aquí?                                             que mantener limpios.  Los  autores,  llenos de malignos
               -¡Siéntate!  -gritó  Montag.  Ella se  apartó  de  un          pensamientos, aporrean las máquinas de escribir. Eso hi­
            salto, con las manos vacías-. ¡Estamos hablando!                  cieron.  Las revistas se convirtieron en una masa insulsa y
               Beatty prosiguió como si nada hubiese ocurrido.                amorfa. Los libros según dijeron los críticos esnobs, eran
               -Te gustan los bolos, ¿  verdad, Montag?                       como agua sucia. No es extraño que los libros dejaran de
               -Los bolos, sí.                                                venderse, decían los críticos. Pero el público, que sabía lo
               -¿Y el golf?                                                   que quería, permitió la supervivencia de los libros de his­
               -El golf es un juego magnífico.                                torietas. Y de las revistas eróticas tridimensionales, claro
               -¿Baloncesto?                                                  está. Ahí tienes, Montag. No era una imposición del Go­
               -Un juego magnífico.                                           bierno.  No hubo ningún dictado, ni declaración, ni cen­
               -¿Billar? ¿Fútbol?                                             sura,  no.  La tecnología, la explotación de las masas  y  b
               -Todos son excelentes.                                         presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gra-

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