Page 112 - Fahrenheit 451
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cuán nervioso puede poner a uno esas cosas, cuán En receso, al aliento
demente. La sorpresa que Guy nos reserva para esta no Del viento nocturno, junto al melancólico borde
che es leernos una muestra que revela lo embrolladas que De los desnudos guijarros del mundo.
están las cosas. Así pues, ninguna de nosotras tendrá
que preocuparse nunca más acerca de esa basura, ¿ no es Los sillones en que se sentaban las tres mujeres cru-
verdad? peron.
-Diga «sí». Montag terminó:
Su boca se movió como la de Faber:
-Sí. Oh, amor, seamos sinceros
Mildred se apoderó del libro, al tiempo que lanzaba El uno con el otro. Por el mundo que parece
una carcajada. Extenderse ante nosotros como una tierra de ensueños,
-¡Dame! Lee éste. No, ya lo cojo yo. Aquí está ese Tan diversa, tan bella, tan nueva,
verdaderamente divertido que has leído en voz alca hace Sin tener en realidad ni alegría, ni amor, ni luz,
un rato. Amigas, no entenderéis ni una palabra. Sólo dice Ni certidumbre, ni sosiego, ni ayuda en el dolor;
despropósitos. Adelante, Guy, es en esta página. Y aquí estamos nosotros como en lóbrega llanura,
Montag miró la página abierta. Agitados por confusos temores de lucha y de huida,
Una mosca agitó levemente las alas dentro de su oído. Donde ignorantes ejércitos se enfrentan cada noche.
-Lea.
-¿Cómo se titula? Mrs. Phelps estaba llorando.
-Paloma en la playa. Las otras, en medio del desierto, observaban su llanto
Tenía la boca insensible. que iba acentuándose al mismo tiempo que su rostro se
-Ahora, léelo en voz alta y clara, y hazlo lentamente. contraía y deformaba. Permanecieron sentadas, sin to
En la sala, hacía un calor sofocante; Montag se sentía carla, asombradas ante aquel espectáculo. Ella sollozaba
lleno de fuego, lleno de frialdad; estaban sentados en me inconteniblemente. El propio Montag estaba sorpren
dio de un desierto vacío, con tres sillas y él en pie, balan dido y emocionado.
ceándose, mientras esperaba a que Mrs. Phelps terminara -Vamos, vamos -dijo Mildred-. Estás bien, Clara,
de alisarse el borde de su vestido, y a que Mrs. Bowles vamos, Clara, deja de llorar. Clara, ¿ qué ocurre?
apartara los dedos de su cabello. Después, empezó a leer -Y o ... yo -sollozó Mrs. Phelps-. No lo sé, no lo
con voz lenta y vacilante, que fue afirmándose a medida sé, es que no lo sé. ¡Oh, no ... !
que progresaba de línea. Y su voz atravesó un desierto, la Mrs. Bowles se levantó y miró, furiosa, a Montag.
blancura,· y rodeó a las tres mujeres sentadas en aquel gi -¿Lo ve? Lo sabía, eso era lo que quería demostrar.
gantesco vacío. Sabía que había de ocurrir. Siempre lo he dicho, poesía y
lágrimas, poesía y suicidio y llanto y sentimientos terri
El Mar es Fe bles, poesía y enfermedad. ¡Cuánta basura! Ahora, acabo
Estuvo una vez lleno, envolviendo la tierra. de comprenderlo. ¡Es usted muy malo, Mr. Montag, es
Yacía como los pliegues de un brillante manto dorado. usted muy malo!
Pero, ahora, sólo escucho Faber dijo:
Su retumbar melancólico, prolongado, lejano, -Ahora ...
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