Page 110 - Fahrenheit 451
P. 110

-He de participarle que no he dicho ni una sola pala-
             otro  tan  alto.  Además,  tartamudeaba.  La  mitad  del          bra acerca de ninguna guerra -replicó Mrs. Phelps.
             tiempo no entendí lo que decía. Y no podía entender las              -En cuanto a la poesía, la detesto -djo Mrs. Bowles.
             palabras que oía.
                -También estaba gordo y no intentaba disimularlo                  -¿Ha leído alguna?
             con su modo de vestir. No es extraño que la masa votara              -Montag. -La voz de Faber resonó en su interior-.
             por  Winston  Noble.  Incluso  los hombres  ayudaron.             Lo hundirá todo. ¡Cállese, no sea estúpido!
                                                                                  Las tres mujeres se habían puesto en pie.
             C: omparad a Winston �oble con Hubber Hoag durante                   -¡Siéntense!
             diez segundos, y ya casi pueden adivinarse los resultados.
                -¡Maldita sea!  -gritó Montag-. ¿Qué saben  uste­                 Se sentaron.
             des de Hoag y de Noble?                                              -Me marcho a casa -tartamudeó Mrs. Bowles.
                -¡Ca a ba! No hace ni seis meses que estuvieron en                -Montag,  Montag,  por  favor,  en  nombre de Dios,
                     � �
                   _
             esa m1smIS1ma pared.  Uno de ellos  se rascaba incesante­         ¿qué se propone usted? -suplicó Faber.
                                                                                  -¿Por qué no nos lee usted uno de esos poemas de su
             mente la nariz. Me ponía muy nerviosa.                            librito? -propuso Mrs. Phelps-. Creo que sería muy
                -Bueno, Mr. Montag -dijo Mrs. Phelps-, ¿querría
             que votásemos por un hombre así?                                  interesante.
                                                                                  -¡Eso no está bien! -gimió Mrs. Bowles-. No po­
                Mildred mostró una radiante sonrisa.
                -Será mejor que te  apartes  de  la  puerta,  Guy,  y no       demos hacerlo.
                            _
             nos pongas nerv10sas.                                                -Bueno, mira a Mr. Montag, él lo desea, se nota. Y si
                Pero Montag se marchó y regresó al  instante con un            escuchamos atentamente, Mr.  Montag estará contento y,
             libro en la mano.                                                 luego, quizá podamos dedicarnos a otra cosa.
                -¡Guy!                                                            La mujer miró, nerviosa, el extenso vacío de las pare­
                -¡Maldito sea todo, maldito sea todo, maldito sea!             des que les rodeaban.
                                                                                  -Montag, si sigue con esto cortaré la  comunicación,
                -¿Qué ti nes ahí? ¿�o es un libro? Creía que, ahora,
                         :
             toda  la ensenanza especial se hacía ,mediante  películas.        cerraré todo contacto -susurró el auricular en su oído-.
             -Mrs. Phelps parpadeó-. ¿ Está estudiando la teoría de            ¿ De qué sirve esto, qué desea demostrar?
                                                                                  -¡Pegarles un susto tremendo,  sólo eso!  ¡Darles un
             los bomberos?
               -¡Al diablo la teoría! -dijo Montag-. Esto es poesía.           buen escarmiento!
               -Montag.                                                           Mildred miró a su alrededor.
                Un susurro.                                                       -Oye, Guy, ¿con quién estás hablando?
               -¡Dejadme tranquilo!                                               Una aguja de plata taladró el cerebro de Montag.
               Montag  se  dio  cuenta·  de  que  describió  un  gran             -Montag, escuche, sólo hay una escapatoria, diga que
             círculo, mientras gritaba y gesticulaba.                          se trata de una broma, disimule, finja no estar enfadado.
               -Montag, deténte, no ...                                        Luego,  diríjase al incinerador de  pared y  eche  el  libro
               -¿ Las has oído, has oído a esos monstruos hablar de            dentro.
             monstruos?  ¡Oh, Dios! ¡De qué modo charlan  sobre la                Mildred anticipó esto con voz temblorosa.
                                                                                  -Amigas, una vez al año, cada bombero está autori­
             gente .  y  sobre sus propios hijos y sobre ellas mismas, y       zado para llevarse a casa un  libro de los viejos tiempos,
             cambien respecto a sus esposos, y sobre la guerra, maldi­
             tas sean!, y aquí están, y no puedo creerlo.                      a  fin  de mostrar  a  su  familia  cuán  absurdo era  codo,
                                                                                                                             109
               108
   105   106   107   108   109   110   111   112   113   114   115