Page 176 - 1984
P. 176
Después de una pausa de unos momentos, prosiguió: —Recuerdas haber
escrito en tu Diario: «¿la libertad es poder decir que dos más dos son cuatro?».
—Sí —dijo Winston.
O'Brien levantó la mano izquierda, con el reverso hacia Winston, y
escondiendo el dedo pulgar extendió los otros cuatro.
—¿Cuántos dedos hay aquí, Winston?
—Cuatro.
—¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino cinco? Entonces, ¿cuántos
hay?
—Cuatro.
La palabra terminó con un espasmo de dolor. La aguja de la esfera había
subido a cincuenta y cinco. A Winston le sudaba todo el cuerpo. Aunque
apretaba los dientes, no podía evitar los roncos gemidos. O'Brien lo
contemplaba, con los cuatro dedos todavía extendidos. Soltó la palanca y el
dolor, aunque no desapareció del todo, se alivió bastante.
—¿Cuántos dedos, Winston?
—Cuatro.
La aguja subió a sesenta.
—¿Cuántos dedos, Winston?
—¡Cuatro! ¡Cuatro! ¿Qué voy a decirte? ¡Cuatro!
La aguja debía de marcar más, pero Winston no la miró. El rostro severo y
pesado y los cuatro dedos ocupaban por completo su visión. Los dedos, ante
sus ojos, parecían columnas, enormes, borrosos y vibrantes, pero seguían
siendo cuatro, sin duda alguna.
—¿Cuántos dedos, Winston?
—¡¡Cuatro!! ¡Para eso, para eso! ¡No sigas, es inútil!
—¡Cuántos dedos, Winston!
—¡Cinco! ¡Cinco! ¡Cinco!
—No, Winston; así no vale. Estás mintiendo. Sigues creyendo que son
cuatro. Por favor, ¿cuántos dedos?
—¡¡Cuatro!! ¡¡Cinco!! ¡¡Cuatro!! Lo que quieras, pero termina de una vez.
Para este dolor.
Ahora estaba sentado en el lecho con el brazo de O'Brien rodeándole los
hombros. Quizá hubiera perdido el conocimiento durante unos segundos. Se