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¿Entendido?

                   —Sí —dijo Winston.

                   O'Brien adoptó una actitud menos severa. Se ajustó pensativo las gafas y
               anduvo unos pasos por la habitación. Cuando volvió a hablar, su voz era suave
               y paciente. Parecía un médico, un maestro, incluso un sacerdote, deseoso de
               explicar y de persuadir antes que de castigar.

                   —Me  estoy  tomando  tantas  molestias  contigo,  Winston,  porque  tú  lo

               mereces.  Sabes  perfectamente  lo  que  te  ocurre.  Lo  has  sabido  desde  hace
               muchos  años  aunque  te  has  esforzado  en  convencerte  de  que  no  lo  sabías.
               Estás  trastornado  mentalmente.  Padeces  de  una  memoria  defectuosa.  Eres
               incapaz  de  recordar  los  acontecimientos  reales  y  te  convences  a  ti  mismo
               porque estabas decidido a no curarte. No estabas dispuesto a hacer el pequeño
               esfuerzo de voluntad necesario. Incluso ahora, estoy seguro de ello, te aferras

               a tu enfermedad por creer que es una virtud. Ahora te pondré un ejemplo y te
               convencerás de lo que digo. Vamos a ver, en este momento, ¿con qué potencia
               está en guerra Oceanía?

                   —Cuando me detuvieron, Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental.

                   —Con Asia Oriental. Muy bien. Y Oceanía ha estado siempre en guerra
               con Asia Oriental, ¿verdad?

                   Winston contuvo la respiración. Abrió la boca para hablar, pero no pudo.

               Era incapaz de apartar los ojos del disco numerado.

                   —La verdad, por favor, Winston. Tu verdad. Dime lo que creas recordar.

                   —Recuerdo  que  hasta  una  semana  antes  de  haber  sido  yo  detenido,  no
               estábamos en guerra con Asia Oriental en absoluto. Éramos aliados de ella. La
               guerra era contra Eurasia. Una guerra que había durado cuatro años. Y antes
               de eso...

                   O'Brien lo hizo callar con un movimiento de la mano.

                   —Otro  ejemplo.  Hace  algunos  años  sufriste  una  obcecación  muy  seria.

               Creíste  que  tres  hombres  que  habían  sido  miembros  del  Partido,  llamados
               Jones,  Aaronson  y  Rutherford  —unos  individuos  que  fueron  ejecutados  por
               traición  y  sabotaje  después  de  haber  confesado  todos  sus  delitos—;  creíste,
               repito, que no eran culpables de los delitos de que se les acusaba. Creíste que
               habías  visto  una  prueba  documental  innegable  que  demostraba  que  sus

               confesiones habían sido forzadas y falsas. Sufriste una alucinación que te hizo
               ver cierta fotografía. Llegaste a creer que la habías tenido en tus manos. Era
               una foto como ésta.

                   Entre  los  dedos  de  O'Brien  había  aparecido  un  recorte  de  periódico  que
               pasó ante la vista de Winston durante unos cinco segundos. Era una foto de
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