Page 171 - 1984
P. 171
durante muchos años había estado en relación con Goldstein y había sido
miembro de una organización clandestina a la que habían pertenecido casi
todas las personas que él había conocido en su vida. Lo más fácil era
confesarlo todo —fuera verdad o mentira— y comprometer a todo el mundo.
Además, en cierto sentido, todo ello era verdad. Era cierto que había sido un
enemigo del Partido y a los ojos del Partido no había distinción alguna entre
los pensamientos y los actos.
También recordaba otras cosas que surgían en su mente de un modo
inconexo, como cuadros aislados rodeados de oscuridad.
Estaba en una celda que podía haber estado oscura o con luz, no lo sabía,
porque lo único que él veía era un par de ojos. Allí cerca se oía el tic-tac, lento
y regular, de un instrumento. Los ojos aumentaron de tamaño y se hicieron
más luminosos. De pronto, Winston salió flotando de su asiento y
sumergiéndose en los ojos, fue tragado por ellos.
Estaba atado a una silla rodeada de esferas graduadas, bajo cegadores
focos. Un hombre con bata blanca leía los discos. Fuera se oía que se
acercaban pasos. La puerta se abrió de golpe. El oficial de cara de cera entró
seguido por dos guardias.
—Habitación 101 —dijo el oficial.
El hombre de la bata blanca no se volvió. Ni siquiera, miró a Winston; se
limitaba a observar los discos.
Winston rodaba por un interminable corredor de un kilómetro de anchura
inundado por una luz dorada y deslumbrante. Se reía a carcajadas y gritaba
confesiones sin cesar. Lo confesaba todo, hasta lo que había logrado callar
bajo las torturas. Le contaba toda la historia de su vida a un público que ya la
conocía. Lo rodeaban los guardias, sus otros verdugos de lentes, los hombres
de las batas blancas, O'Brien, Julia, el señor Charrington, y todos rodaban
alegremente por el pasillo riéndose a carcajadas. Winston se había escapado de
algo terrorífico con que le amenazaban y que no había llegado a suceder. Todo
estaba muy bien, no había más dolor y hasta los más mínimos detalles de su
vida quedaban al descubierto, comprendidos y perdonados.
Intentó levantarse, incorporarse en la cama donde lo habían tendido, pues
casi tenía la seguridad de haber oído la voz de O'Brien. Durante todos los
interrogatorios anteriores, a pesar de no haberlo llegado a ver, había tenido la
constante sensación de que O'Brien estaba allí cerca, detrás de él. Es O'Brien
quien lo había dirigido todo. Él había lanzado a los guardias contra Winston y
también él había evitado que lo mataran. Fue él quién decidió cuándo tenía
Winston que gritar de dolor, cuándo podía descansar, cuándo lo tenían que
alimentar, cuándo habían de dejarlo dormir y cuándo tenían que reanimarlo