Page 164 - 1984
P. 164

Parsons dirigió a Winston una mirada que no era de interés ni de sorpresa,
               sino  sólo  de  pena.  Empezó  a  andar  de  un  lado  a  otro  con  movimientos
               mecánicos. Luego empezó a temblar, pero se dominaba apretando los puños.
               Tenía los ojos muy abiertos.

                   —¿De qué te acusan? —le preguntó Winston.

                   —Crimental —dijo Parsons dando a entender con el tono de su voz que

               reconocía  plenamente  su  culpa  y,  a  la  vez,  un  horror  incrédulo  de  que  esa
               palabra pudiera aplicarse a un hombre como él. Se detuvo frente a Winston y
               le preguntó con angustia—. ¿No me matarán, verdad, amigo? No le matan a
               uno  cuando  no  ha  hecho  nada  concreto  y  sólo  es  culpable  de  haber  tenido
               pensamientos  que  no  pudo  evitar.  Sé  que  le  juzgan  a  uno  con  todas  las
               garantías.  Tengo  gran  confianza  en  ellos.  Saben  perfectamente  mi  hoja  de
               servicios. También tú sabes cómo he sido yo siempre. No he sido inteligente,
               pero  siempre  he  tenido  la  mejor  voluntad.  He  procurado  servir  lo  mejor

               posible al Partido, ¿no crees? Me castigarán a cinco años, ¿verdad? O quizá
               diez.  Un  tipo  como  yo  puede  resultar  muy  útil  en  un  campo  de  trabajos
               forzados. Creo que no me fusilarán por una pequeña y única equivocación.

                   —¿Eres culpable de algo? —dijo Winston.

                   —¡Claro que soy culpable! —exclamó Parsons mirando servilmente a la

               telepantalla—.  ¿No  creerás  que  el  Partido  puede  detener  a  un  hombre
               inocente? —Se le calmó su rostro de rana e incluso tomó una actitud beatífica
               —. El crimen del pensamiento es una cosa horrible —dijo sentenciosamente
               —. Es una insidia que se apodera de uno sin que se dé cuenta. ¿Sabes cómo
               me  ocurrió  a  mí?  ¡Mientras  dormía!  Sí,  así  fue.  Me  he  pasado  la  vida
               trabajando tan contento, cumpliendo con mi deber lo mejor que podía y, ya
               ves,  resulta  que  tenía  un  mal  pensamiento  oculto  en  la  cabeza.  ¡Y  yo  sin

               saberlo!  Una  noche,  empecé  a  hablar  dormido,  y  ¿sabes  lo  que  me  oyeron
               decir?

                   Bajó la voz, como alguien que por razones médicas tiene que pronunciar
               unas palabras obscenas.

                   —¡Abajo el Gran Hermano! Sí, eso dije. Y parece ser que lo repetí varias
               veces. Entre nosotros, chico, te confesaré que me alegró que me detuvieran

               antes de que la cosa pasara a mayores. ¿Sabes lo que voy a decirles cuando me
               lleven ante el tribunal? «Gracias» —les diré—, «gracias por haberme salvado
               antes de que fuera demasiado tarde».

                   —¿Quién te denunció? —dijo Winston.

                   —Fue  mi  niña  —dijo  Parsons  con  cierto  orgullo  dolido—.  Estaba
               escuchando por el agujero de la cerradura. Me oyó decir aquello y llamó a la
               patrulla al día siguiente. No se le puede pedir más lealtad política a una niña
   159   160   161   162   163   164   165   166   167   168   169