Page 228 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


        ROSITA: -No se preocupe de mí, tía. Yo sé que la hipoteca la hizo
        para pagar mis muebles y mi ajuar y esto es lo que me duele.

        TíA: -Hizo bien. Tú lo merecías todo. Y todo lo que se compró
        es digno de ti y será hermoso el día que lo uses.


        ROSITA: -¿El día que lo use?

        TÍA: -¡Claro!  El día de tu boda.

        ROSITA: -No me haga usted hablar.


        TíA: -Ése es el defecto de las mujeres decentes de estas tierras.
        ¡No hablar! No hablamos y tenemos que hablar (A voces). ¡Ama!
        ¿Ha llegado el correo?

        ROSITA: -¿Qué se propone usted?

        TíA: Que me veas vivir, para que aprendas.


        ROSITA (Abrazándola): -Calle.

        TíA: -Alguna vez tengo que hablar alto. Sal de tus cuatro paredes,
                                                              º
        hija mía. No te hagas a la desgracia.

        RosITA ( Arrodillada delante de ella): -Me he acostumbrado a vivir
        muchos años fuera de mí, pensando en cosas que estaban muy
        lejos, y ahora que estas cosas ya no existen sigo dando vueltas y
        más vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de
        encontrar nunca. Yo lo sabía todo. Sabía que se había casado; ya
        se encargó un alma caritativa de decírmelo, he estado recibiendo
        sus cartas con una ilusión llena de sollozos que aun a mí misma
        me asombraba. Si la gente no hubiera hablado; si vosotras no lo



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