Page 230 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


        ROSITA: -Estaba atada, y además, ¿qué hombre vino a esta casa,
        sincero y desbordante para procurarse mi cariño? Ninguno.

        TíA: -Tú no les hacías ningún caso. T ú   estabas encelada por un
        palomo ladrón.


        ROSITA: -Yo he sido siempre seria.

        TíA: -Te has aferrado a tu idea sin ver la realidad  y  sin tener
        caridad de tu porvenir.

        ROSITA: -Soy como soy. Y no me puedo cambiar. Ahora lo único
        que me queda es mi dignidad. Lo que tengo por dentro lo guardo
        para mí sola.

        TíA: -Eso es lo que yo no quiero.


        AMA (Saliendo de pronto):-¡Ni yo tampoco! Tú hablas, te desahogas,
        nos hartamos de llorar las tres y nos repartimos el sentimiento.


        RosITA: -¿Y qué os voy a decir? Hay cosas que no se pueden decir
        porque no hay palabras para decirlas; y si las hubiera, nadie en­
        tendería su significado. Me entendéis si pido pan y agua y hasta
        un beso, pero nunca me podrías ni entender ni quitar esta mino
        oscura que no sé si se me hiela o me abrasa el corazón cada vez
        que me quedo sola.

        AMA: -Ya estás diciendo algo.


        TíA: -Para todo hay consuelo.

        ROSITA: -Sería el cuento de nunca acabar. Yo sé que los ojos los
        tendré siempre jóvenes, y sé que la espalda se me irá curvando



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