Page 226 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


        millones de pesetas, no me apretéis con las tenazas! ¡Os doy cuarenta
        mil duros si me arrancáis estas brasas de los pies!"; pero los demonios,
        tizonazo por aquí, tizonazo por allá, puntapié que te quiero, bofetadas
        en la cara, hasta que la sangre se le convierta en carbonilla.

        TÍA:  -Todos los cristianos sabemos que ningún rico entra en el
        reino de los cielos, pero a ver si por hablar de ese modo vas a parar
        también al infierno de cabeza.

        AMA: -¿Al infierno yo? Del primer empujón que le doy a la caldera
        de Pedro Botero, le hago llegar el agua caliente a los confines de
        la tierra. No, señora, no. Yo entro en el cielo a la fuerza. (Dulce).
        Con usted. Cada una en una butaca de seda celeste que se meza
        ella sola, y unos abanicos de raso grana. En medio de las dos, en
        un columpio de jazmines y matas de romero, Rosita meciéndose
        y detrás su marido cubierto de rosas como salió en su caja de esa
        habitación;  con la  misma sonrisa,  con la misma frente blanca
        como si fuera de cristal, y usted se mece así, y yo así, y Rosita así,
        y detrás el señor tirándonos rosas  como si las tres fuéramos un paso
        de nácar lleno de cirios y caireles.

        TÍA: -Y los pañuelos para las lágrimas que se queden aquí abajo.

        AMA: -Eso,  que se fastidien. Nosotras, ¡juerga celestial!


        TíA: -¡Porque ya no nos queda una sola dentro del corazón!

        ÜBRERO  1 Q: -Ustedes dirán.

        AMA: -Vengan. (Entran. Desde la puerta). ¡Ánimo!

        TíA: -¡  Dios te bendiga! (La tía se sienta lentamente. Aparece Rosita
        con un paquete de cartas en la mano. Silencio).


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