Page 221 - La Casa de Bernarda Alba
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DOÑA ROSITA LA SOLTERA


       DoN MARTÍN: -Todos los días entro temblando en el colegio es­
       perando lo que van a hacerme, aunque, como digo, respetan algo
       mi desgracia. Hace un rato tenían un escándalo enorme, porque
       el  señor  Consuegra,  que  explica  latín  admirablemente,  había
       encontrado un excremento de gato sobre su lista de clase.

       TÍA: -¡Son el enemigo!


       DON MARTÍN: -Son los que pagan y vivimos con ellos. Y créame
       usted que los padres se ríen luego de las infamias, porque como
       somos los pasantes y no les vamos a examinar los hijos, nos con­
       sideran como hombres sin sentimiento, como a personas situadas
       en el último escalón de gente que lleva todavía corbata y cuello
       planchado.

       TÍA: -¡Ay, don Martín!  ¡Qué mundo éste!

       DoN  MARTÍN:  -¡Qué mundo!  Yo soñaba siempre ser poeta.  Me
       dieron una flor natural y escribí un drama que nunca se pudo re­
       presentar.

       TÍA: -"¿La hija de Jefté?".

       DoN MARTÍN: -¡Eso es!


       TÍA: -Rosita y yo lo hemos leído. Usted nos lo prestó. ¡Lo hemos
       leído cuatro o cinco veces!


       DON MARTÍN ( Con ansia): -¿ Y qué ... ?

       TÍA: -Me gustó mucho. Se lo he dicho siempre. Sobre todo cuando
       ella va a morir y se acuerda de su madre y la llama.



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