Page 52 - Historias de Cronopios y Famas
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Conducta en los velorios                             porque lloran apenas ven  entrar a alguien, y vamos
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                                                                          te cercano. Una o dos horas después toda la familia está
                                                                          en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos cono­
                                                                          cen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido
                                                                          por  su cuenta y  apenas  hablamos  entre  nosotros.  Un
                                                                          método preciso ordena nuestros actos, escoge los inter­
                                                                          locutores con quienes  se departe en  la cocina, bajo el
                                                                          naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando
            No vamos por el anís, ni porque hay que· ir. Ya se            en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una
        habrá sospechado:  vamos porque no podemos soportar               vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y
       las  formas  más  solapadas  de  la  hipocresía.  Mi  prima        deportivas. No nos lleva demasiado tiempo sondear los
       segunda la mayor se encarga de cerciorarse de la índole            sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos

       del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo      de cañá, el mate dulce y los Particulares livianos son el
       único que les queda a esos hombres y mujeres entre el              puente confidencial; antes de medianoche estamos segu­
       olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y            ros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común
       los acompañamos desde lejos. A lo sumo mi madre va un              mi hermana la menor se encarga de la primera escara­
       rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta inter­         muza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa
       poner insolentemente nuestr vida ajena a ese diálogo               los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, pri­
                                   �
       con la sombra. Pero si de la pausada investigación de mi           mero ,en  silencio,  empapando  el  pañuelo  a  un  punto
       prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en           increíble,  después  con  hipos y  jadeos,  y  finalmente  le
       la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces            acomete  un  ataque  terrible  de  llanto  que  obliga  a  las
       la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velo­       vecinas  a llevarla a la cama preparada para esas  emer­
       rio esté a punto,  y se va presentando de a poco  pero             gencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mien­
       implacablemente.                                                   tras  otras  vecinas  se  ocupan  de  los  parientes  cercanos
           En Pacífico las cosas ocurren  casi  siempre en un             bruscamente contagiados por la crisis. Durante un rato
      patio con macetas y música de radio. Para estas ocasio­             hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capi­
      nes los vecinos condescienden a apagar las radios, y que­           lla  ardiente,  preguntas  y noticias  en voz baja,  encogi­
      dan solamente los jazmines y los parientes, alternándose            mientos de hombros por parte de los veéinos. Agotados
      contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, salu­             por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo,
      damos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente                los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese

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