Page 47 - Historias de Cronopios y Famas
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Varias  veces  la  familia  ha  procurado  que  mi  tía   Tía explicada o no
 explicara  con  al gun a  coherencia su temor  a  caerse  de
 espaldas.  En  una  ocasión  fue  recibida con un  silencio
 que  se  hubiera  podido  cortar  con   gu adaña;  pero  una
 noche, después de un vasito de hesperidina, tía condes­
 cendió a insinuar que si se  caía de espaldas no podría
 volver a levantarse. A la elemental observación de que
 treinta y dos miembros de la familia estaban dispuestos
 a acudir en su auxilio, respondió con una mirada lán gu i­
 da y dos palabras: «Lo mismo». Días después mi herma­  Quien más quien menos, mis cuatro primos carna­
 no el mayor me llamó por la noche a la cocina y me mos­  les se dedican a la filosofía. Leen libros, discuten entre
 tró una cucaracha caída de espaldas debajo de la pileta.   ellos y son admirados a distancia por el resto de la fami­
 Sin decirnos nada asistimos a su vana y larga lucha por   lia, fiel al principio de no meterse en las preferencias aje­
 enderezarse,  mientras  otras  cucarachas,  venciendo  la   nas  e  incluso  favorecerlas  en  la medida de  lo posible.
 intimidación de la luz, circulaban por el piso y pasaban   Estos  muchachos,  que  me  merecen  gran  respeto,  se
 rozando a la que yacía en posición decúbito dorsal. Nos   plantearon más de una vez el problema del miedo de mi
 fuimos a la cama con una marcada melancolía, y por una   tía, llegando a conclusiones oscuras pero tal vez atendi­
 razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limita­  bles. Como suele ocurrir en casos parecidos, mi tía era la
 mos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas   menos enterada de estos cabildeos, pero desde esa época
 partes, darle el  brazo y comprarle cantidad de  zapatos   la  deferencia  de  la  familia  se  acentuó  todavía  más.
 con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabiliza­  Durante años hemos acompañado a tía en sus titubean­
 dores. La vida si ió así, y no era peor que otras vidas.   tes expediciones de la sala al antepatio, del dormitorio al
 gu
        cuarto  de baño,  de  la  cocina  a la  alacena.  Nunca  nos
        pareció fuera de  lugar  que se acostara de lado,  y  que
        durante la noche observara la inmovilidad más absoluta,
        los días pares del lado derecho y los impares del izquier­
        do.  En las sillas del comedor y del patio, tía se instala
        muy  er ida;  por nada aceptaría la comodidad de una
               gu
        mecedora o de un sillón Morris. La noche del Sputnik la
        familia se tiró al suelo en el patio para o5servar el satéli­
        te,  pero tía permaneció sentada y al día si iente tuvo
                                                 gu
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