Page 48 - Historias de Cronopios y Famas
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una tortícolis horrenda. Poco a poco nos fuimos con Los posatigres
venciendo, y hoy estamos resignados. Nos ayudan nues-.
tros primos carnales, que aluden a la cuestión con mira
das de inteligencia y dicen cosas tales como: «Tiene
razón». ¿Pero por qué? No lo sabemos, y ellos no quie
ren explicarnos. Para mí, por ejemplo, estar de espaldas
me parece comodísimo. todo el cuerpo se apoya en el
colchón o en las baldosas del patio, uno siente los talo
nes, las pantorrillas, los muslos, las nalgas, el lomo, las
paletas, los brazos y la nuca que se reparten el peso del Mucho antes de llevar nuestra idea a la práctica
cuerpo y lo difunden, por decir así, en el suelo, lo acer sabíamos que el posado de los tigres planteaba un doble
can tan bien y tan naturalmente a esa superficie que nos problema, sentimental y moral. El primero no se refería
atrae vorazmente y parecería querer tragarnos. Es curio tanto al posado como al ti e mismo, en la medida en
gr
so que a mí estar de espaldas me resulte la posición más que a estos felinos no les agrada que los posen y acuden
natural, y a veces sospecho q:ue mi tía le tiene horror por a todas sus energías, que son enorme·s, para resistirse.
eso. Yo la encuentro perfecta, y creo que en el fondo es ¿Cabía en esas circunstancias arrostrar la idiosincrasia de
la más cómoda. Sí, he dicho bien: en el fondo, bien en el dichos animales? Pero la pregunta nos trasladaba al
fondo, de espaldas. Hasta me da un poco de miedo, algo plano moral, donde toda acción puede ser causa o efec
que no consigo explicar. Cómo me gustaría ser como to de esplendor o de infamia. De noche, en nuestra casi
ella, y cómo no puedo. ta de la calle Humboldt, meditábamos frente a los tazo
nes de arroz con leche, olvidados de rociarlos con canela
y azúcar. No estábamos verdaderamente seguros de
poder posar un tigre, y nos dolía.
Se decidió por último que posaríamos uno, al solo
efecto de ver jugar el mecanismo en toda su compleji
dad, y que más tarde evaluaríamos los resultados. No
hablaré aquí de la obtención del primer tigre: fue un
trabajo sutil y penoso, un correr por consulados y dro
guerías, una complicada urdimbre de billetes, cartas por
avión'y trabajo de diccionario. Una noche mis primos
llegaron cubiertos de tintura de yodo: era el éxito.
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