Page 18 - Historias de Cronopios y Famas
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El médico termina de examinarnos y nos tranquili­                     Instrucciones para entender
          za.  Su voz  grave  y  cordial precede  los  medicamentos                      tres pinturas famosas
          cuya  receta  escribe  ahora,  sentado  ante  su  mesa.  De
          cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos.
          No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos                        El amor sa gr ado y el amor  profano
           arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraí­                            por
           damente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de                                TIZIANO
           la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los
           pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.
                                                                              Esta detestable pintura representa un velorio a ori­
                                                                          llos delJordán. Pocas veces la torpeza de un pintor pudo
                                                                          nludir con más abyección a las esperanzas del mundo en
                                                                          un Mesías que brilla por su  ausencia; ausente del cuadro
                                                                          qnc  es  el mundo,  brilla  horriblemente  en  el  obsceno
                                                                          bostezo  del  sarcófago  de  mármol,  mientras  el  ángel
                                                                          encargado de proclamar la resurrección de su carne pati­
                                                                          lmlaria espera inobjetable que se cumplan los signos. No
                                                                          será necesario explicar que el ángel es la fi ra desnuda,
                                                                                                                 gu
                                                                          prostituyéndose en su gordura maravillosa, y que se ha
                                                                          disfrazado de Magdalena, irrisión de irrisiones a la hora
                                                                          en que la verdadera Magdalena avanza por el camino
                                                                          (donde en cambio  crece la venenosa blasfemia de  dos
                                                                          conejos).
                                                                              El niño que mete la mano en el sarcófago es Lutero,
                                                                          o sea, el Diablo. De la fi gur a vestida se ha dicho que repre­
                                                                          sen  ta la Gloria en el momento de anunciar que todas las
                                                                          ambiciones  humanas  caben  en  una  jofaina;  pero  está
                                                                          mal pintada y mueve a pensar en un artificio de jazmi­
                                                                          nes o un relámpago de sémola.






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