Page 54 - Las Chicas de alambre
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¿Le decía que estaba trabajando? Imaginé que sería un insulto. ¿Le contaba lo del desfile
               de moda por la tarde?
               —¿Cuándo vuelves?

               —No sé. Ya te dije que estaría fuera más o menos una semana. Mañana me voy a Nueva
               York, aunque con un poco de suerte no tendré que dormir en la ciudad y por la noche me
               largaré a Los Ángeles.

               —¿Con un poco de suerte? No entiendo que haya una persona que no quiera quedarse en
               Nueva York. Aunque, claro, tú ya habrás estado más veces.

               —Siento lo de la otra noche —traté de contrarrestar su deprimente amargura.
               —Yo también. Era muy buena.
               —No me refería a eso.
               —Ya sé a qué te referías.

               —No creo que te haga falta meterte nada en el cuerpo, no seas burra.
               —Y yo no creo que tú debas meterte en mi vida, ¿vale?
               —Somos amigos.
               Escuché un ruido por el auricular, algo así como un suspiro de sorna o un bufido de
               irritación.
               —Yo no me acuesto con mis amigos —me dijo.

               —Por favor, escucha: cuando vuelva nos vemos. ¿De acuerdo?
               —No sé si va a valer la pena.
               —Puedo echarte una mano.
               —No soy una interesada. Me gustaste tú, no lo que eres.

               —También a mí me gustaste tú, no si eres modelo o secretaria.
               Hubo un momento de silencio, muy breve, pero también muy denso y cargado de
               expectativas. Al otro lado del hilo telefónico, Sofía pareció rendirse de pronto.
               —Escucha —dijo—: ya sé que las drogas no son lo que se dice saludables, aunque las
               controles. Pero es que si tuvieras que arrastrarte por todas las mierdas por las que me
               arrastro yo...
               —Eso son excusas, y lo sabes.
               —Tú trabajas en lo que te gusta, haces entrevistas, fotos, ves gente, viajas... Yo también
               quisiera hacer eso, trabajar en lo que me gusta, ser modelo, hacer cine.
               —Es un trabajo, sí; pero mientras llega no deja de ser un sueño.

               —Vamos, Jon.
               —Los cementerios están llenos de tíos y tías que creyeron que podrían controlar las
               drogas. Llámame moralista si quieres, pero es como lo veo, y lo veo así porque he visto
               demasiado   y   sólo   tengo   veinticinco   años.   Estoy   investigando   lo   de   las   Chicas   de
               Alambre, ¿recuerdas? Cyrille, Jess, Vania... Lo tenían todo, y antes de llegar a mi edad ya
               lo habían perdido. Y no estoy de acuerdo en que sea mejor vivir diez años en las estrellas
               que sesenta en la tierra. Todo lo que tenemos aquí es tiempo, y soy de los que quieren
               aprovecharlo al máximo: viviendo.
               —Eres un idealista.

               —Hace diez años yo estaba enamorado de Vania. Entonces sí era un idealista. Ahora soy
               la persona más realista que puedas conocer. Ya no me enamoro de pósters, ni de chicas


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