Page 52 - Las Chicas de alambre
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el motivo que dijeron que tenía, claro. ¿Cómo iba a querer vengar a su novia matando al
hombre que supuestamente la introdujo en las drogas, cuando la propia Jess le metió a él?
Yo le vi en el juicio, y no era más que un drogadicto asustado, y un niño bien hasta aquí
de porquería —se llevó la mano derecha en horizontal a la altura de la nariz.
—¿Después de la muerte de Nicky Harvey, hizo usted algo para que se siguiera
investigando?
—Sí; pero la policía no me hizo caso. Dijeron que el caso estaba cerrado.
—¿Por qué desapareció Vania después del juicio?
—No lo sé.
—¿Cuándo fue la última vez que la vio?
—Antes de irse a la clínica para que la trataran por la anorexia. También hablé una vez
por teléfono con ella mientras se recuperaba.
—¿Y después?
Hizo un gesto definitivo.
—Se acabó. Nunca más.
—¿Ni un mensaje, ni un indicio, ni una pequeña sospecha?
—Nada.
—¿Trató de buscarla, de ponerse en contacto con ella?
—Claro. Cuando supe que había abandonado la clínica la llamé para saber cómo estaba y
darle trabajo. Tenía un montón de peticiones para ella.
—¿Por teléfono notó algo...?
—La noté cansada, afectada, eso es todo. Ya no volví a llamarla porque imaginé que lo
que necesitaba era descanso, desconectarse dos o tres semanas del mundo.
Desconectarse.
Tuve una idea de repente. Algo que no se me había ocurrido hasta ese instante.
—¿Pudo saber ella algo diferente en relación con la muerte de su marido?
—No lo creo; pero en cualquier caso...
—¿Dónde estaba Vania cuando murieron Jess y luego su esposo?
—Cuando murió Jess, Vania se encontraba en Nueva York. Lo recuerdo porque nos
llamó desde allí. No tenía pasaje para volver y quería hacerlo cuanto antes. Cuando murió
mi marido, estaba aquí, con los padres de Jess si no me equivoco.
—¿Recuerda usted a la criada de Vania?
—¿A quién?
—Su criada, ayuda de cámara, secretaria; no sé, hacía un montón de cosas para ella.
—No, no. ¿Secretaria? Nunca hablé con ninguna secretaria de Vania.
Saqué la fotografía de mi bolsillo, es decir, la fotocopia del periódico que había hecho la
tarde anterior, y se la tendí. Miró a la mujer negra sin que le cambiara la cara.
—Recuerdo haberla visto con Vania, sí, pero ni siquiera sabía que fuera su criada o... —
se encogió de hombros y me devolvió la hoja. Después miró su reloj y dijo—: Me temo
que...
—Sí, sí, lo siento. A veces...
—¿Por qué no te vienes hoy al desfile de Michel de Pontignac? Te sería muy útil para el
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