Page 48 - Las Chicas de alambre
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negro, frágil, breve. Me pregunté, incluso, como había podido aguantar la parte final de
               toda la historia en pie, cuando su delgadez, su extrema anorexia, hacía presagiar también
               para ella un final trágico.
               Me quedé como hipnotizado delante de una fotografía que no conocía, que nunca había
               visto antes. Pertenecía a una de las sesiones del juicio de Harvey. El pie era sucinto:
               «Vania, la famosa top amiga de Jess Hunt, abandona visiblemente afectada la sala en la
               que se celebra la vista por el asesinato de Jean Claude Pleyel, después de saberse que la
               rubia americana había abortado en Holanda.»
               Junto a Vania había una mujer de mediana edad, negra.
               Recordé las palabras de la tía de Vania y de Nando Iturralde: aquella era la criada,
               asistenta, secretaria, amiga, consejera y casi madre de la modelo.
               Allí estaba.

               Era la primera vez que la veía.
               Y aquella foto no engañaba. La mujer negra protegía a Vania, la amparaba, la conducía,
               impedía que se le acercaran los fotógrafos, desarrollaba una suerte de energía total y
               absoluta. Vania caminaba con los ojos protegidos tras unas gafas oscuras, mirando al
               suelo. La otra era su ángel de la guarda, su guardaespaldas, la que se encargaba del resto.

               Me pregunté qué habría sido de aquella mujer.
               Ni siquiera sabía su nombre.
               Es más, si no recordaba mal, Luisa Cadafalch me dijo que al casarse su sobrina le parecía
               que la asistenta se había ido, aunque no estaba segura.
               «Confiar... sólo confiaba en su criada. Bueno, ella decía que era más bien su "chica-para-
               todo",   secretaria,   asistente,   protectora...   Yo   no   sé   de   dónde   la   sacó.   Era   mulata,
               suramericana o algo así. Esa mujer la cuidaba, la protegía, la mimaba.»
               Aquella foto lo demostraba, y demostraba que seguían juntas. Hacía dos años que Vania
               se había casado y separado de Robert Ashcroft.
               «De cualquier forma y dijera lo que dijera mi sobrina, era la criada y punto. Le tomó
               cariño y confianza, pero...»
               Ya era tarde. Llevaba en la hemeroteca del Liberation cuatro horas. Hice fotocopias de
               cuanto me interesaba, especialmente de las fotografías, y más aún de aquélla en la que
               aparecía la asistenta de Vania, y abandoné el local para pasar mi segunda noche en París.
               Aunque no tuviera el menor deseo de salir o hacer nada de lo que se supone que puede
               hacer un tipo de veinticinco años en la capital de la luz.
               ¿He dicho que prefiero mil veces Londres?



                                                            XV



               La Agencia Pleyel es una de las agencias de modelos más importantes del mundo. Lo
               sabía de sobra, claro; pero es que uno podía darse perfecta cuenta de ello con sólo pisar la
               recepción de sus oficinas, o incluso con sentarse delante, en la calle, como vi que hacían
               varios adolescentes de ambos sexos, para ver entrar y salir a algunas de las mujeres más
               hermosas del mundo o algunos de los hombres más sexys. El desfile era incesante, y con
               ellas o ellos, pero básicamente con ellas, el del ejército de adláteres y acólitos que los
               acompañaban,   desde   estilistas   a   fotógrafos,   pasando   por   peluqueros,   maquilladores,


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