Page 41 - Las Chicas de alambre
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milímetro. Pero incluso la perfección puede mejorarse. Por eso ellas hoy se operan la
nariz, los pómulos, los labios, se hacen ampliar la frente, se quitan los dientes del juicio o
los molares inmediatos a ellos para que sus rostros sean más chupados y, por encima de
todo, potencian esa palabra que antes he citado aparte: deseo. Su arma. Una actriz seduce
desde la pantalla con un buen papel, pero una modelo sólo puede hacerlo desde una foto
o desde una pasarela. Todo ha de ser más rápido, pues. Deseo al instante. Shock.
»¿Qué es el deseo? Piénsenlo. Rubens pintaba mujeres gordas y se decía que en ese
tiempo los hombres las querían carnosas. ¿Por qué hoy ha cambiado esto? ¿Por qué hoy
muchas modelos parecen muñecas frágiles, a punto de romperse, y lo que potencian es su
imagen lánguida, débil, triste y hasta ojerosa? ¿Por qué lo que podríamos llamar "el
efecto Auschwitz"? Pues porque parte de su atractivo y reclamo es ése. Una mujer
exuberante inspirará una clase de deseo. Pero una mujer muy delgada, casi evanescente,
inspirará otro, y tan fuerte o más que el primero. La delgadez extrema despierta
compasión, ternura, cariño... vulnerabilidad —ésa es una de las claves—, tanto como
fuertes emociones que van desde la posesión hasta, por asociación, la enfermiza idea de
la muerte, que, no lo duden, continúa siendo un poderosísimo reclamo social. ¿Cuántos
son los ídolos juveniles que han muerto en la plenitud, en los últimos cincuenta años? El
encanto de la destrucción acompaña a la adolescencia y la juventud como la marea a la
Luna. "Vive deprisa, muérete joven, y así tendrás un cadáver bien parecido", dijeron los
Rolling Stones. Y sigue siendo así.»
—Señor.
Tuve que dejar de leer. La azafata, una morenita no precisamente delgada y sí muy
consistente, me tendía la bandeja con mi comida envuelta en una sonrisa. De todas
formas, no tardé más allá de cinco minutos en dar buena cuenta del refrigerio.
Y volví a mi artículo.
«La mayoría de las modelos actuales se inicia a los doce o trece años, y pueden explotar
entre los quince y los diecisiete local o internacionalmente. En un mundo en el que, a los
veinticinco, ya eres vieja, todo pasa muy rápido. Esas niñas tuteladas o no por madres
ansiosas, carecen de supervisión psíquica, no van a la escuela, trabajan quince horas
diarias, tienen el jet lag —cambios de horarios entre continentes— perpetuamente
instalado en sus vidas, y su tensión les provoca un estrés que cuando se inicia no cesa.
Algunas lo dominan, otras no pueden. En contrapartida, ganan mucho dinero, son
famosas, viven romances con estrellas del rock o del cine, y por lo general se casan con
hombres poderosos. Pero el reverso de la moneda no las abandona. Las tops anoréxicas y
bulímicas son las que peor lo tienen. A comienzos de los noventa se impuso el Heroin
chic look, es decir, la imagen chic, de moda, creada por la adiccion a la heroína o
inspirada por ella. Cuerpos filiformes. De vuelta, pues, a lo enfermizo como reclamo. La
muerte por sobredosis del fotógrafo Davide Sorrenti, en primavera de 1997, hizo que
hasta el presidente Clinton alertara desde la Casa Blanca sobre los peligros del Heroin
chic look, advirtiendo a los fotógrafos, los diseñadores y las revistas de moda, que no
potenciaran la muerte a través de sus páginas, porque las modelos superdelgadas
incitaban a ser imitadas a cualquier precio, especialmente por las adolescentes. Sorrenti,
de veinte años, sufría de thalasemia, un desorden genético en la sangre que le obligaba a
hacerse dos transfusiones mensuales, lo cual le hacía parecer mucho más joven de lo que
era. Su misma novia, James King, reconoció drogarse desde los catorce años, es decir,
desde que empezó a trabajar como modelo.
»No son hechos aislados. Las grandes agencias han tolerado el uso de drogas en sus
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