Page 77 - De Victoria para Alejandro
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 dinero hablando en arameo. Victoria había sacado   La anciana jugueteaba distraída con el ani­
 en consecuencia que su tío Simeón tenía dificulta­  llo. Se lo enseñó.
 des  para  reunir  en  efectivo  los  ciento  cincuenta   -Es hermoso,  ¿verdad? Tu abuelo me lo
 talentos de oro.  Como administrador con plenos   dio el día de los desposorios.  Antes había sido de
 poderes de la hacienda del abuelo desde que éste   mi  hermana,  tu  abuela.  Tal  vez  hubiese  debido
 se fue de Jerusalén, tenía invertido el capital en las   dárselo a  Juana,  como esposa de mi hijo  mayor,
 caravanas que traían mercancías desde más allá de   pero cuando se casó yo todavía tenía marido, aun­
 Arabia.  El  administrador de su padre estaba dis­  que estuviese lejos.  José no se casará nunca y tu
 puesto a aceptar algún plazo siempre que se garan­  madre había muerto lejos. Lo guardé para Miriam,
 tizase con rebaños o con cosechas. Todo muy co­  pero ahora creo que te lo daré a ti.
 mercial  y  que  hubiese  aburrido  a  Victoria  si  no   Victoria tomó el anillo. Era un aro ancho
 fuera  por  su  interés  en conseguir la libertad de   de oro con un fino labrado que figuraba hojas de
 Alejandro. Mientras pasaban los días, Victoria ha­  palma.
 bía aprendido a callar y a adaptarse en parte a las   -Llévalo todavía,  abuela.  Aún falta para
 costumbres judías; aún así, seguían mirándola con   que yo me case.
 recelo.         -No tanto, hija, no tanto; ya eres mayor
 Separó la gruesa cortina de vivos colores   para seguir doncella; tu padre no debía haber espe­
 y  entró.  La  sala  estaba  en  penumbra  y  Victoria   rado tanto;  una mujer pierde valor con los años.
 tuvo alguna dificultad para distinguir a la anciana.   Debes alegrarte, esta herencia ha sido muy buena
 Estaba  sentada  sobre  unos  almohadones  y  daba   para ti y los que te quieren han tomado sus dispo­
 vueltas a un anillo entre los dedos.   siciones en tu favor. Y o me alegro también contigo
 -¡La  paz  contigo,  abuela!  -sal _u dó  Vic-  y por tu prometido. Os tendré a todos cerca en mi
 toria.   vejez; ¡y tal vez un hijo tuyo tenga los ojos y el pelo
 -Pasa, hija, pasa; siéntate aquí a mi lado.  de mi hermana!
 Siempre me sorprende verte con esas ropas. ¿Por   Victoria estaba sentada muy derecha; toda
 qué no te vistes como nosotras?   la sangre había escapado de su cara;  estaba muy
 Victoria se encogió de hombros.   blanca, como helada.
 -Son mis vestidos,  abuela.  Para salir me  -¿Qué estás diciendo? ¿Quién me quiere
 pongo el manto como las mujeres de aquí.  Pero   casar?
 aquí, en casa, así estoy más cómoda.   La anciana sacudió la cabeza.
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