Page 74 - De Victoria para Alejandro
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                      Un poco después salieron los nuevos mon­              ti                    Ocho
             jes para despedirse de sus familias.
                      Judas se dirigió a su prima:
                      -Me hubiese gustado continuar la conver­
             sación de anoche.  Me interesa Jesús de Nazaret;
             creo que fue un gran profeta; ahora ya no podre­
             mos hablar.

                     -Hay un rollo con su vida y sus palabras.
                     -¿Me  lo  darías  para  la  Biblioteca?  Con                    La vieja Prisca se acercó al rincón del pa­
             permiso, lo podríamos estudiar.                                tio,  donde Victoria trenzaba hilo dorado para ha­
                     Un hombre dio una palmada en el patio.                 cer  unos  cordones  que  quería regalar  a Miriam.
                                                                            Quedarían preciosos en sus cabellos oscuros.
             Judas  se  inclinó  ante  Victoria  y  su  hermana;  su
             madre lo abrazó y su padre puso sus manos sobre                         -Niña, la anciana señora quiere verte en
            su  cabeza  para  bendecirle.  Efraín  y  Daniel,  los          la sala.
            hermanos, parecían conmovidos.                                           Victoria  recogió  su  labor  y  se  levantó

                     El hombre dio otra palmada y los nuevos                mientras alisaba con la mano su túnica blanca.
                                                                                     -Niña,  ¿cuándo  volvemos  a  Roma?  No
            monjes,  con  sus  ropas blancas que los igualaban,
                                                                            me gusta esta gente,  no entiendo lo  que dicen  y
            formaron una fila en silencio y entraron en el mo­
                                                                            siempre creo que murmuran de mí.
            nasterio.  Poco a poco,  en un silencio algo triste,
                                                                                     -Ellos tampoco te entienden a ti,  Prisca.
            muy diferente de la alegría que había presidido la
            llegada, fueron saliendo todas las familias.                    No todo el mundo habla latín o griego.
                                                                                     Habían transcurrido casi dos meses desde
                                                                            que llegaron. Victoria había asistido a una reunión
                                                                            del administrador de su padre con el tío José y el
                                                                            tío  Simeón.  Por deferencia a ella habían hablado
                                                                            en griego, pero de cuando en cuando intercambia­
                                                                            ban frases en arameo. Ella no había dicho en nin­
                                                                            gún  momento  que  los  entendía  perfectamente  y
                                                                            todos habían sido muy ceremoniosos mientras ha­
                                                                            blaban  en  griego,  y  cautelosos  y  realistas  con  el
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