Page 22 - De Victoria para Alejandro
P. 22

,...


 22                               23
 que se reunían en casa de Pompilio le habían ele­  -Tengo una hija casi de tu edad, dómina
 gido diácono*, para cuidar del servicio de la comu­  Victoria, pero a ella le interesan las sedas, las joyas
 nidad  y  el  obispo  le  había  impuesto  las  manos.   y las pinturas que embellecen los ojos y los labios,
 Victoria se había sentido fascinada por él, por su   no los barcos y los pergaminos como a ti. De este
 sentido de la justicia y por su responsabilidad en el   viaje le llevaré de regalo un par de sandalias con
 trabajo.  La había  escoltado  algunas  noches  a  su   cadenitas de plata.
 casa por orden de Pompilio y el amor había surgi­  Victoria bajó los ojos y el capitán rió fuer­
 do entre ellos; un amor que Alejandro había tarda­  te viéndola turbada.
 do en confesarle por su condición de esclavo y que   -¿Por qué te sonrojas? ¿Te he ofendido?
 el secreto -nadie debía enterarse- hacía más in­  -No, capitán. Sólo que me avergüenza mi
 tenso. Victoria sentía como si flotase en una nube   curiosidad por cosas tan poco femeninas.
 de luz y temía que todos advirtiesen su resplandor.   -La curiosidad es buena, así se aprende,
 Un marinero se acercó a ella, sobresaltán­  aunque algunos digan otra cosa. Y yo estoy con­
 dola.    vencido de que las mujeres, algunas al menos, pue­
 -Dómina Victoria, dice el capitán que te 1  den  aprender.  ¿Te  gustaría  que  te  enseñase  el
 ha preparado un asiento en la popa.   barco?
 Victoria  se  recogió  el  manto  y  siguió  al   Antes de que Victoria respondiese, la vieja
 marinero. El capitán, un griego moreno y fuerte,   Prisca apareció en la portilla.
 de edad madura y cabello entrecano, la recibió con   -Dómina Victoria, tu tío te busca.
 una sonrisa y le acercó un asiento con un exagera­  Victoria  se  inclinó  presurosa  ante  el  ca­
 do respeto.   pitán:
 -Siéntate y come algo. Si te gusta obser­  -Perdona, capitán. Otro día  ...
 var el mar, aquí estarás mejor.   Y  desapareció  camino  del  camarote  de
 Le  ofrecía  un  plato  con  higos  y  un  pan   su tío.
 delgado y sin miga. Ella sonrió al tratamiento. Le
 correspondía por ser hija de un senador pero era
 demasiado joven para ello.   José estaba sentado delante de un rollo de
          pergamino y levantó la vista al entrar Victoria.
 '  El empleo de dos formas (tú y usted) para la segunda   -He estado reflexionando sobre  el testa­
 persona aparece más tarde en las lenguas derivadas del latín. El latín
 y el griego sólo tenían una forma para la segunda persona.   mento de mi padre. La ley de Israel no permite que
   17   18   19   20   21   22   23   24   25   26   27