Page 20 - De Victoria para Alejandro
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                                  Dos
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                    El puerto de  Rodas se desdibujaba en el
           horizonte. Los golpes del cómitre marcaban el rit­
           mo de los remos y toda la nave vibraba a compás.
           Poco a poco se alejaron las siluetas de los peque­
           ños  barcos  de  pesca  y  el  mar  se  abrió  verde  y
           ancho, con blancas ráfagas de espuma en la proa.
                    El viento comenzó a henchir las velas y el
           capitán  dio  las  órdenes  para  aprovecharlo  y
           ahorrar fuerzas de los remeros.
                    Victoria, cerca de la proa, bien envuelta en
           su manto, pero que era de un tejido tan fino que
           traslucía su figura delgada, observaba atentamente
           la maniobra. Pensaba en Alejandro. Le sentía a su
           lado;  en  su  interior  mantenía  una  conversación
           constante con él que luego apenas plasmaba en las
           cartas. Le había conocido en las celebraciones del
           domingo.  Los cristianos se reunían en casa de un
           comerciante de joyas llamado Pompilio. Alejandro
           era el esclavo encargado de la administración de la
           casa; un joven griego, inteligente, de rizos oscuros
           y ojos negros y brillantes. Pompilio confiaba total­
           mente en él a pesar de su juventud y los cristianos
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