Page 81 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 81

quemado; y cuando el camino costeaba el monte, el ambiente,   caballos. ¿Cómo era posible que el hombre creyera que aquel
 que se sentía de golpe más frío y húmedo, se tornaba excesi­  alambrado para terneros iba a contener al terrible toro?
 vamente pesado de perfume de azahar.   -El hombre dijo que no iba a pasar -se atrevió, sin
 Los caballos entraron por el portón de su chacra, pues el   embargo, el malacara, que en razón de ser el favorito de su
 muchacho, que hacía sonar el  cajoncito de maíz, había oído su   amo, comía más maíz, por lo cual sentíase más creyente.
 ansioso trémulo. El viejo alazán obtuvo el honor de que se le   Pero las vacas los habían oído.
 atribuyera la iniciativa de la aventura,  viéndose gratificado   -Son los caballos. Los dos tienenen soga. Ellos no
 con una soga, a efectos de lo que pudiera pasar.   pasan. Barigüí pasó ya.
 Pero a la mañana siguiente, bastante tarde ya a causa de   -¿Pasó?  ¿Por  aquí7  -preguntó  descorazonado el
 la densa neblina, los  caballos repitieron su  escapatoria, atrave­  mal  acara.
 sando otra vez el tabacal salvaje, hollando con mudos pasos el   -Por el fondo. Por aquí pasa también. Comió la avena.
 pastizal helado, salvando la tranquera abierta aún.   Entretanto, la vaquilla locuaz había pretendido pasar
 La mañana encendida de sol, muy alto ya, reverberaba   los cuernos entre los hilos; y una vibración aguda, seguida de
 de luz, y el calor excesivo prometía para muy pronto cambio   un seco golpe en los cuernos, dejó en suspenso a los caballos.
 de tiempo. Después de trasponer la loma, los caballos vieron   -Los alambres están muy estirados -dijo el alazán
 de pronto a las vacas detenidas en el camino, y el recuerdo de   después de largo examen.
 la tarde anterior excitó sus orejas y su paso: querían ver cómo   -Sí. Más estirados no se puede  ...
 era el nuevo alambrado.   Y ambos, sin apartar los ojos de los hilos, pensaban
 Pero su decepción, al llegar, fue grande. En los nuevos   confusamente en cómo se podría pasar entre los dos hilos.
 postes -oscuros y torcidos- había dos simples alambres de   Las vacas, mientras tanto, se animaban unas a otras.
 púas, gruesos talvez, pero únicamente dos.   -Él pasó ayer.  Pasa el alambre de púas. Nosotras
 No obstante su mezquina audacia, la vida constante en   después.
 chacras de monte había dado a los caballos cierta experiencia   -Ayer  no  pasaron.  Las  vacas  dicen que sí,  y  no
 en cercados. Observaron atentamente aquello, en especial los   pasan- comprobó el alazán.
 postes.        -¡Aquí hay púa, y Barigüí pasa!  ¡Allí viene!
 -Son de madera de ley -observó el malacara.  Costeando por dentro el monte del fondo, a doscientos
 -Sí, cernes quemados -comprobó el alazán.  metros aún, el toro avanzaba hacia el avenal. Las vacas se
 Y tras otra larga mirada de examen, el malacara añadió:  colocaron todas de frente al cercado, siguiendo atentas con
 -El hilo pasa por el medio, no hay grampas  ...  los ojos a la bestia invasora. Los caballos, inmóviles, alzaron
 Y el alazán:  las orejas.
 -Están muy cerca uno de otro  ...  -¡Come toda la avena! ¡ Después pasa!
 Cerca los postes, sí, indudablemente: tres metros. Pero  -Los hilos están  muy  estirados  ...  -observó aún el
 en cambio, aquellos dos modestos alambres en reemplazo   malacara, tratando siempre de precisar lo que sucedería si  ...
 de los cinco hilos del cercado anterior, desilusionaron a los


 78                                79
   76   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86