Page 84 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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avisadas doncellas  condujéronlos a  una  tienda con la que              bodega, donde ya diez mulas se hacinaban en íntimo contacto
         tenían relaciones especiales de un tanto por ciento, o talvez al         con baúles, atados, perros, mujeres y hombres.
         almacén de la misma casa contratista. Pero en una u otra, las                  Al día siguiente, ya despejadas las cabezas, Podeley y
         muchachas  renovaron  el  lujo  detonante  de  sus  trapos,              Cayé examinaron sus libretas: era la primera vez que lo hacían
         anidáronse la cabeza de peinetones, ahorcándose de cintas,               desde su contrata. Cayé había recibido ciento veinte pesos en
         robado todo ello con perfecta sangre fría al hidalgo alcohol de          efecto, y treinta y cinco en gasto, y Podeley, ciento treinta y
         su compañero, pues lo único que un mensú realmente posee es               setenta y cinco, respectivamente.
         un desprendimiento brutal de su dinero.                                        Ambos se miraron con expresión que pudiera haber sido
              Por su parte, Cayé adquirió  muchos más extractos  y                 de espanto, si un mensú no estuvíera perfectamente curado de
         lociones y aceites de los necesarios para sahumar hasta la                ello. No recordaban haber gastado ni la quinta parte siquiera.
         náusea su  ropa nueva; mientras Podeley, más juicioso, optaba                  -¡Añá  ...  - murmuró  Cayé-. No voy a  cumplir
         por un traje de paño. Posiblemente pagaron muy cara una                   nunca  ...
         cuenta entreoída y abonada con un montón de papeles tirados                    y desde ese momento adquirió sencillamente -como
         al mostrador. Pero de todos modos una hora después lanzaban               justo castigo de su despilfarro- la idea de escaparse de allá.
         a un coche descubierto sus flamantes personas, calzados de                     La legitimidad de su vida en Posadas era, sin embargo,
         botas, poncho al hombro -y revólver 44 en el cinto, desde                 tan evidente  para  él,  que  sintió celos  del  mayor adelanto
         luego-, repleta la ropa de cigarrillos, que deshacían torpe­              acordado a Podeley.
         mente entre los dientes, y dejando caer de cada bolsillo la                     -Vos tenés suerte  ... -dijo-. Grande, tu anticipo  ...
         punta de un pañuelo de color. Acompañábanlos dos mucha­                        -Vos traés  compañera  -objetó Podeley-. Eso te
         chas orgullosas de esa opulencia, cuya magnitud se acusaba  en            cuesta para tu bolsillo  ...
        la expresión un tanto hastiada de los mensú, arrastrando su                      Cayé  miró a su mujer;  y aunque la belleza y otras
         coche mañana y tarde por las calles caldeadas, una infección              cualidades de  orden más moral pesan muy poco en la elección de
        de tabaco y extractos de obraje.                                           un mensú,  quedó  satisfecho. La  muchacha deslumbraba,
             La noche llegaba por fin, y con ella la bailan  ta, donde las         efectivamente, con su traje de raso, falda verde y blusa amarilla;
        mismas  damiselas avisadas inducían a beber a los mensú, cuya              lucía en el cuello sucio un tiiple collar de perlas; calzaba zapatos
        realeza en dinero les hacía lanzar  diez pesos por una botella de          Luis XV, tenía las mejillas brutalmente pintadas y un desdeñoso
        cerveza, para recibir en cambio un peso y cuarenta centavos,               cigarro de hoja bajo los párpados entornados.
        que guardaban sin ojear siquiera.                                                Cayé consideró a la muchacha y su revólver 44: ambas
             Así, después de  constantes derroches de nuevos adelan­               cosas eran realmente lo único que valía de cuanto llevaba con
        tos -necesidad irresistible de compensar con siete días de                 él. y aun el 44 corría el riesgo de naufragar tras el anticipo,
                                                                                   por minúscula que fuera su tentación de tallar.
        gran señor las miserias del obraje-, los mensú volvieron a                       Sobre un baúl de punta, en efecto, los mensú jugaban
        remontar el río en el Sílex. Cayé llevó compañera, y los tres,             concienzudamente al monte cuanto tenían. Cayé observó un
        borrachos como los demás peones, se instalaron junto a la                  rato riéndose, como se ríen siempre los peones cuando están


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