Page 80 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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quemado; y cuando el camino costeaba el monte, el ambiente, caballos. ¿Cómo era posible que el hombre creyera que aquel
que se sentía de golpe más frío y húmedo, se tornaba excesi alambrado para terneros iba a contener al terrible toro?
vamente pesado de perfume de azahar. -El hombre dijo que no iba a pasar -se atrevió, sin
Los caballos entraron por el portón de su chacra, pues el embargo, el malacara, que en razón de ser el favorito de su
muchacho, que hacía sonar el cajoncito de maíz, había oído su amo, comía más maíz, por lo cual sentíase más creyente.
ansioso trémulo. El viejo alazán obtuvo el honor de que se le Pero las vacas los habían oído.
atribuyera la iniciativa de la aventura, viéndose gratificado -Son los caballos. Los dos tienenen soga. Ellos no
con una soga, a efectos de lo que pudiera pasar. pasan. Barigüí pasó ya.
Pero a la mañana siguiente, bastante tarde ya a causa de -¿Pasó? ¿Por aquí7 -preguntó descorazonado el
la densa neblina, los caballos repitieron su escapatoria, atrave mal acara.
sando otra vez el tabacal salvaje, hollando con mudos pasos el -Por el fondo. Por aquí pasa también. Comió la avena.
pastizal helado, salvando la tranquera abierta aún. Entretanto, la vaquilla locuaz había pretendido pasar
La mañana encendida de sol, muy alto ya, reverberaba los cuernos entre los hilos; y una vibración aguda, seguida de
de luz, y el calor excesivo prometía para muy pronto cambio un seco golpe en los cuernos, dejó en suspenso a los caballos.
de tiempo. Después de trasponer la loma, los caballos vieron -Los alambres están muy estirados -dijo el alazán
de pronto a las vacas detenidas en el camino, y el recuerdo de después de largo examen.
la tarde anterior excitó sus orejas y su paso: querían ver cómo -Sí. Más estirados no se puede ...
era el nuevo alambrado. Y ambos, sin apartar los ojos de los hilos, pensaban
Pero su decepción, al llegar, fue grande. En los nuevos confusamente en cómo se podría pasar entre los dos hilos.
postes -oscuros y torcidos- había dos simples alambres de Las vacas, mientras tanto, se animaban unas a otras.
púas, gruesos talvez, pero únicamente dos. -Él pasó ayer. Pasa el alambre de púas. Nosotras
No obstante su mezquina audacia, la vida constante en después.
chacras de monte había dado a los caballos cierta experiencia -Ayer no pasaron. Las vacas dicen que sí, y no
en cercados. Observaron atentamente aquello, en especial los pasan- comprobó el alazán.
postes. -¡Aquí hay púa, y Barigüí pasa! ¡Allí viene!
-Son de madera de ley -observó el malacara. Costeando por dentro el monte del fondo, a doscientos
-Sí, cernes quemados -comprobó el alazán. metros aún, el toro avanzaba hacia el avenal. Las vacas se
Y tras otra larga mirada de examen, el malacara añadió: colocaron todas de frente al cercado, siguiendo atentas con
-El hilo pasa por el medio, no hay grampas ... los ojos a la bestia invasora. Los caballos, inmóviles, alzaron
Y el alazán: las orejas.
-Están muy cerca uno de otro ... -¡Come toda la avena! ¡ Después pasa!
Cerca los postes, sí, indudablemente: tres metros. Pero -Los hilos están muy estirados ... -observó aún el
en cambio, aquellos dos modestos alambres en reemplazo malacara, tratando siempre de precisar lo que sucedería si ...
de los cinco hilos del cercado anterior, desilusionaron a los
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