Page 79 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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El chacarero se fue. Es como lo anterior evidente que el   La pareja prosiguió su camino y momentos después,
 maligno  polaco,  riéndose  una  vez  más  de  las  gracias  del   ante el campo lil?re que se abría frente a ellos, los dos caballos
 animal, compadeció, si cabe en lo posible, a su vecino que iba   bajaron la cabeza a comer, olvidándose de las vacas.
 a construir un alambrado infranqueable por su toro. De seguro   Tarde  ya,  cuando  el  sol  acababa  de entrar,  los  dos
 se frotó lds manos:   caballos se  acordaron del maíz y emprendieron el regreso.
 -¡Mí no podrán decir nada esta vez si toro come toda   Vieron en el camino al chacarero, que cambiaba todos los
 avena!    postes de su alambrado, y a un hombre rubio que, detenido a
 Los caballos reemprendieron de nuevo el camino que  los   su lado a caballo, lo miraba trabajar.
 alejaba de su chacra y un rato después llegaban al lugar en que   -Le digo que va a pii.sar -decía el pasajero.
 Barigüí había cumplido su hazaña. La bestia estaba allí siem­  -No pasará dos veces -replicaba el chacarero.
 pre,  inmóvil  en medio  del camino,  mirando  con  solemne   -¡Usted verá! ¡Esto es un juego para el maldito toro del
 vaciedad de ideas desde hacía un cuarto de hora un punto fijo   polaco!  ¡Va a pasar!
 a la distancia. Detrás de él, las vacas dormitaban al sol ya   -No  pasará  dos  veces--repetía  obstinadamente  el
 caliente, rumiando.   otro.
 Pero cuando los pobres caballos pasaron por el camino,   Los caballos siguieron, oyendo aún palabras cortadas:
 ellas abrieron los ojos despreciativas:   -¡ ...  reír!
 -Son  los  caballos.  Querían  pasar  el  alambrado.  Y  -...  veremos.
 tienen soga.   Dos minutos más tarde, el  hombre rubio pasaba a su lado
 -¡Barigüí sí pasó!   a trote inglés. El malacara y el alazán, algo sorprendidos de
 -A los caballos, un solo hilo los contiene.  aquel paso que no conocían, miraron perderse en el valle al
 -Son flacos.  hombre presuroso.
 Esto pareció herir en lo vivo al alazán, que volvió la  -¡Curioso!  -observó el  malacara después de largo
 cabeza:   rato-. El caballo va al trote y el hombre al galope  ...
 -Nosotros no estamos flacos. Ustedes sí están. No va a
                Prosiguieron. Ocupaban en ese momento la cima de la
 pasar más aquí -añadió, señalando con los belfos los alam­  loma, como esta mañana. Sobre el frío cielo crepuscular, sus
 bres caídos, obra de Barigüí.
 -¡Barigüí pasa siempre!  Después pasamos nosotras.   siluetas se destacaban en negro, en mansa y cabizbaja pareja,
 Ustedes no pasan.   el malacara delante, el alazán detrás. La atmósfera, ofuscada
 -No va a pasar más. Lo dijo el hombre.  durante  el  día  por la  excesiva  luz  del  sol,  adquiría a  esa
 -Él comió la avena del  hombre.  Nosotras pasamos  semisombra una transparencia casi fúnebre. El viento había
 después.   cesado por completo, y con la calma del atardecer, en el que
 El caballo, por mayor intimidad de trato, es sensible­  el termómetro comenzaba a caer velozmente, el valle helado
 mente  más afecto al  hombre  que la vaca. De  aquí  que el   expandía  su  penetrante  humedad,  que  se  condensaba  en
 malacara y el alazán tuvieran fe en el alambrado que iba a   rastreante  neblina  en  el  fondo  sombrío  de  las  vertientes.
 construir el hombre.   Revivía,  en la tierra ya enfriada, el invernal olor de pasto

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