Page 77 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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enorme bestia pasó arqueando el lomo. En cuatro pasos más   el número de hilos, todo lo arrolló el toro con sus hábitos de
 estuvo entre la avena y las vacas se encaminaron entonces allá,   pillaje. Se deduce también que los vecinos estaban hartos de
 intentando a su vez pasar. Pero a las vacas les falta evidente­  la bestia y de su dueño, por los incesantes destrozos de aquélla.
 mente la decisión masculina de permitir en la piel sangrientos   Pero como los pobladores de la región difícilmente denuncia­
 rasguños, y �penas introducían el cuello lo retiraban presto   ban a!Juzgado de Paz perjuicios de animales, por duros que les
 con mareante cabeceo.   sean, el toro proseguía comiendo en todas partes, menos en la
 Los caballos miraban siempre.   chacra de su dueño, el cual, por otro lado, parecía divertirse
 -No pasan -observó el malacara.  mucho con esto.
 -El toro pasó -dijo el alazán-. Come mucho.  De este modo, los caballos 'v .ieron y oyeron al irritado
 Y la pareja se dirigía a su vez a costear el alambrado por  chacarero y al polaco cazurro.
 la fuerza de la costumbre, cuando un mugido claro y berrean te   -¡Es la última vez, don Zaninski, que vengo a verlo por
 ahora, llegó hasta ellos: dentro del avena!, el toro, con cabrio­  su toro! Acaba de pisotearme toda la avena. ¡ Ya no se puede más!
 las de falso ataque, bramaba ante el chacarero, que con un palo   El polaco, alto y de ojil1os azules, hablaba con agudo y
 trataba de alcanzarlo.   meloso falsete.
 -¡Añá ... ! Te voy a dar saltitos ... -gritaba el hombre.   -¡Ah,toro malo! ¡Mí no puede! ¡Mí ata,escapa! ¡Vaca
 Barigüí, siempre danzando y berreando ante el hombre, esqui­  tiene culpa! ¡Toro sigue vaca!
 vaba los golpes. Maniobraron así cincuenta metros, hasta que   -¡Yo no tengo vacas, usted bien sabe!
 el chacarero pudo forzar a la bestia contra el alambrado. Pero   -¡No, no! ¡Vaca Ramírez! ¡Mí queda loco, toro!
 ésta, con la decisión bruta de su fuerza, hundió la cabeza entre   -¡ Y lo peor es que afloja todos los hilos, usted lo sabe
 los hilos y pasó, bajo un agudo violineo de alambre y grampas   también!
 lanzadas a veinte metros.   -¡Sí, sí, alambre! ¡Ah, mí no sabe ... !
 Los caballos vieron cómo el hombre volvía precipitada­  -¡Bueno! Vea, don Zaninski: yo no quiero cuestiones
 mente a su rancho y tornaba a salir con el rostro pálido. Vieron   con vecinos, pero tenga por última vez cuidado con su toro,
 también que saltaba el alambrado y se encaminaba en direc­  para que no entre por el alambrado del fondo; en el camino voy
 ción de ellos, por lo cual los compañeros, ante aquel paso que   a poner alambre de nuevo.
 avanzaba decidido, retrocedieron por el camino en dirección   -¡Toro pasa por camino! ¡No fondo!
 a su chacra.   -Es que ahora no va a pasar por el camino.
 Como los caballos marchaban dócilmente a pocos pasos   -¡Pasa toro! ¡No púa, no nada! ¡Pasa todo!
 delante del hombre,  pudieron llegar juntos a la chacra del   -No va a pasar.
 dueño del toro, siéndoles dado así oír la conversación.   -¿Qué pone?
 Es evidente, por lo que de ella  se  desprende,  que el   -Alambre de púas ... Pero no va a pasar.
 hombre había sufrido  lo indecible  con el toro del polaco.   -¡No hace nada púa!
 Plantaciones, por inaccesibles que hubieran estado dentro del   -Bueno; haga lo posible porque no entre, porque si
 monte; alambrados, por grande que fuera su tensión e infinito   pasa, se va a lastimar.


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