Page 56 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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echándole  los  brazos  al  cuello.  Lloró 'largamente  todo  su      mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación,
          espanto callado, redoblando el llanto a la más leve caricia de        volvió en sí. Sonrió  y  tomó entre las suyas la mano de su
          Jordán. Luego los sollozos fueron retardándose, y aun quedó           marido, acariciándola por media hora, temblando.
          largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni pronunciar               Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antro­
          una palabra.                                                          poide apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos
               Fue ése el último día que Alicia estuvo levantada. Al día        en ella los ojos.
          siguiente, amaneció desvanecida. El médico de Jordán  la exami­            Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante
          nó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.         de ellos una vida que. se acababa, desangrándose día tras día,
               -No sé-le dijo a Jordán en la puerta de calle�. Tiene            hora tras hora, sin  saber absolutamente cómo. En la última
          una gran debilidad que no me explico. Y sin vómitos, nada  ...        consulta, Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban,
          Si mañana se despierta como hoy, llámame enseguida.                   pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo
               Al día siguiente, Alicia amanecía peor. Hubo consulta.           rato en silencio y siguieron al comedor.
          Constatóse una anemia de marcha agudísima, del todo inex­                  -Pst... -se encogió de hombros desalentado el médico
          plicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se  iba visible­          de cabecera-. Es un caso inexplicable  ... Poco hay que hacer  ...
          mente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las                -¡  Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó
          luces encendidas y en pleno silencio. Pasáhanse horas sin que         bruscamente sobre la mesa.
          se oyera el menor ruido. Alicia  dormitaba.  Jordán vivía casi en          Alicia  fue  extinguiéndose  en  subdelirio  de  anemia,
          la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar       agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras
          de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra         horas. Durante el día, no avanzaba su enfermedad, pero cada
          ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y prose­          mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que única­
          guí  a su mudo vaivén a lo largo de la caina, deteniéndose un         mente de  noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre.
          instante en cada extremo a mirar a su mujer.                          Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada
               Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y          en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día,
          flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo.      este hundimiento no la abandonó  más. Apenas podía mover la
          La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía             cabeza.  No  quiso  que  le  tocaran  la  cama,  ni  aun  que  le
          sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama.      arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanza­
          Una noche quedó de repente con los ojos fijos. Al rato abrió la        ban ahora en forma de monstruos que se arrastraban hasta la
          boca para gritar, y sus narices y labios sé perlaron de sudor.         cama, y trepaban dificultosamente por la colcha.
               -¡Jordán!  ¡Jordán!  -clamó,  rígida  de  espanto,  sin                Perdió luego el-conocimiento. Los dos días finales deliró
          dejar de mirar la alfombra.                                            sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente
               Jordán corrió al dormitorio, y al V!=!rlo aparecer, Alicia        encendidas en el dormitorio y en la sala. En  el silencio agónico
          lanzó un alarido de horror.                                            de la casa no se oía más que el delirio monótono que salía de
               -¡Soy yo, Alicia, soy yo!                                         la cama, y el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán.
               Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a                Alicia murió por fin. La sirvienta, cuando entró después a


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