Page 53 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 53

hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo   fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de
 en  puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco,   sangre. Empujó con violencia la puerta entornada y lanzó un
 entre sus manos  tirantes.  Viéronla mirar  a  todos  lados,  y   grito d� horror.
 buscar apoyo con el pie para alzarse más.   Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír
 Pero ,ta  mirada de los idiotas se había animado;  una   el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con
 misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban:   otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la
 los ojos de su hermana, mientras creciente sensación de gula   muerte, se interpuso, conteniéndola:
 bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente   -¡No entres!  ¡No entres!
 avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que, habiendo logrado.   Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre.
 calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse segura­  Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza, y hundirse
 mente del otro lado, sintióse cogida de una pierna. Debajo de   a lo largo de su marido con un ronco suspiro.
 ella, los ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
 -¡Soltáme!  ¡Dejáme!  -gritó,  sacudiendo la pierna.
 Pero fue atraída.
 -¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! -lloró imperio­
 samente.  Trató  aún  de  sujetarse  del  borde,  pero  sintióse
 arrancada y cayó.
 -Mamá, j ay! Ma  .. -No pudo gritar más. Uno de ellos
 ..
 le  apretó  el  cuello,  apartando  los  bucles  como  si  fueran
 plumas, y los otros la arrastrarán de una sola pierna hasta la
 cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina,
 bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
 Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su
 hija.
 -Me parece que te llama -le dijo a Berta.
 Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más.
 Con todo, un momento después se despidieron, y mien-
 tras Berta iba a dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio:
 -¡Bertita!
 Nadie respondió.
 -¡Bertita! -alzó más la voz, ya alterada.
 Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre
 aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.
 -¡Mi hija, mi hija! -corrió ya desesperado hacia el

 50                                 51
   48   49   50   51   52   53   54   55   56   57   58